Noche, también de amor, de Emilio González.

 

Con tus cabellos enredados en mi sexo
gritabas que no me conocías, que mi nombre
era el brillo sediento de un trigal.

Mi nombre no cabía en tu sorpresa,
tus labios recorrían traviesos mis parajes
y la sed moría entre gemidos.

Hubo apenas un temblor, una caricia,
un roce minúsculo y atroz rasgando
la cómplice sombra del amor.

Después hablamos del pan y de las cuotas,
de los turbios manejos del gobierno
y volvimos a lo nuestro, a las delicias.

Hicimos del placer asunto propio,
de la noche una fiesta desatada,
bella en su embriaguez, exuberante.

0 A VALIDO EMILIO ERÓTISMO

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