La poesía y su lectura: una defensa de lo distinto

Sección de la revista COVIBAR en la que los miembros de Escritores en Rivas colaboran cada mes con sus escritos de literatura, arte, historia, ciencia y sociedad. El búho, como muchos escritores, es ave silenciosa que caza en la oscuridad. https://www.covibar.es/  Mes febrero 2023 nº 313  Página: 33

LA POESÍA Y SU LECTURA: UNA DEFENSA DE LO DISTINTO

Antonio Daganzo

«La poesía es difícil» ¡Cuántas veces lo habremos escuchado! Y lo que siempre me sorprende más de tal afirmación, así de dura y categórica, tiene que ver precisamente con ese afán totalizador, se diría que refractario a cualquier tipo de matiz. ¿Acaso la narrativa de Joyce, de Faulkner o de Onetti no es difícil en la mayoría de sus páginas? Y, sin embargo, parece que, al hablar de narrativa, los portones cómodamente franqueables del best seller de turno definen por entero la cuestión. Algo más o menos similar ocurre con el género ensayístico: nunca faltarán obras concebidas para una mayoría de lectores, monografías de tono divulgativo –pongamos por caso- en torno a la figura y el pensamiento de Albert Camus, susceptibles de ahorrarle al público menos riguroso el directo contacto con monumentos tales como El mito de Sísifo o El hombre rebelde. ¿Por qué el imaginario colectivo, pues, admite semejantes medias tintas con la narrativa y el ensayo, pero no con el aparentemente abismático e inaccesible hecho poético?

Creo que todo parte de un error de base; de uno bastante simple, a decir verdad: confundir lo difícil con lo distinto. En realidad la poesía rebasa los límites del fenómeno lingüístico con creces, en tanto hecho artístico valorado en todas sus posibles dimensiones; pero, si es el caso de tomarla aquí como proceso de comunicación cuyo estadio final recae únicamente en la recepción de los lectores, la poesía hace gala de una singularidad que merece ser examinada, siquiera a vuelapluma. La poesía es el arte de la connotación. Y preferir la sugerencia antes que todo aquello que pueda decirse o mostrarse abiertamente conduce a una apertura de referentes y significados que, de forma directa, apela a quienes leen, pues serán ellos, en última instancia, quienes habrán de discernir cuanto consideren oportuno acerca de un mensaje que les ha sido trasladado de manera deliberadamente no unívoca. Todo esto nada tiene de extravagante o de caprichoso. Que la poesía prefiera connotar a denotar es la lógica consecuencia del afán que siempre la preside: tratar de expresar lo inexpresable. Tratar de arrancarle a lo inefable sus íntimos secretos. De ahí su preocupación por los temas universales de la condición humana –el tiempo y su paso, la memoria, el olvido, la muerte o el amor-; de ahí su lenguaje concentrado e intenso; de ahí su querencia por el sentido figurado, capaz de hallarle a la realidad que nos rodea e invade estratos todavía sorprendentes, fascinantes en su insospechada novedad.

En una sociedad como la nuestra, regida por criterios de competencia y eficacia sobre parámetros cerrados de índole fundamentalmente economicista, defender la poesía, así como la necesidad de su lectura, se antoja un acto imprescindible, y casi de plena subversión. Defender la poesía es defender lo singular, y también el derecho a esa singularidad: el derecho, en fin, a fomentar y atesorar un espíritu crítico que pueda sublevarse ante las verdades espuriamente establecidas por el sistema. Defender la poesía es defender el valor incalculable de lo distinto. «(…) Mi ser, mi frente, mi corazón distinto», como escribiera el lúcido Juan Ramón.

ANTONIO DAGANZO es poeta, narrador, periodista y divulgador cultural y musical. Autor de los poemarios «La sangre Música» y «Pasos de centinela», entre otros. Premio de Narrativa «Miguel Delibes» – 2018 por su novela «Carrión».

Tú, el teatro

EN LÍNEA RECTA: columna con artículos de opinión de la Asociación Escritores en Rivas, en la revista digital RIVAS ACTUAL

https://www.rivasactual.com/tu-el-teatro/

TÚ, EL TEATRO

por José Pons

A todos aquellos con los que hice Teatro.

Ahora, que estas líneas están en tus manos, tú y yo ya estamos armonizados para conseguir el objetivo establecido. Tú y el otro tú y el otro y el otro y el otro… Todos los «tú» que habéis decidido acudir las tardes de ensayo a acompañaros para crear y recrearse.

Ahora, que estás leyendo estas líneas, ya estamos tú y yo creando mundos nuevos, creando ilusión de vida, creando posibilidades para todas esos otros «tú» que luego quieran vernos. Porque tú sabes que sin ellos no somos nada. ¿Te imaginas un teatro vacío de espectadores­? Sería como un mundo con sólo uno de los sexos.

Pero qué te voy a contar, si tú, conocedor del misterio, ya sabes que un actor, en un espacio, junto a otros actores, con unos objetos a su alrededor y cierta iluminación, establecen un sistema de signos para comunicar emociones, sentimientos, pensamientos, segmentos de vida que constituyen ese misterio que llamamos Teatro.

¡Qué te voy a contar entonces, si tú ya sabes que ese actor es un ser humano, que eres tú, y que los otros actores son los otros «tú»! ¡Qué te voy a contar, si ya sabes que el espacio lo creas tú con tu movimiento y que la iluminación surge de tu interior en virtud de la fricción interna, entre tu cuerpo y tu espíritu, cuando, en un acto de suprema generosidad creas y te recreas, para solaz y perfeccionamiento de los otros tú, que te ansían, normalmente, sentados frente a ti!

Porque tampoco es necesario ya aclararte cómo te diluyes en ritmo, en sonoridad, mientras tu voz se propaga por los espacios hasta los otros tú y perduras, transmutado en música, entre la urdimbre de sus espíritus.

¡Cuánta belleza cuando haces Teatro!

¡Tu imaginación hecha uno con tu cuerpo y tu música llevándote más allá de ti mismo!

Sólo quisiera que ya tuvieras olvidadas aquellas palabras atrevidas que me dijiste cuando caía sobre nuestros cuerpos la fría luz azul de la tarde y el lechoso foco nos confería es matiz desvaído: querías creer que lo únicamente importante en este mundo del teatro era hablar y hablar desde el personaje central de la obra.

Ahora, en este inmenso presente creativo que nos une, sabes que puedes comunicarte, que puedes hablar desde los diseños del escenógrafo, desde la imaginación de la dirección, desde los ojos de la luminotecnia, desde la boca del texto de base o libreto, desde las formas del maquillaje…, y dejarte todo tú a través de ello; ese «tú» de sensaciones, sentimientos, ideas, vida de que antes hablábamos. Porque tú ya sabes que todo eso es Teatro.

¡Tú, que ya estás en posesión del misterio, sabes el derroche de belleza que supone el teatro para que tantas veces lo dejemos escapar!

Por último, cuando el crepúsculo encendía de rojo y cárdeno nuestros rostros, apasionados por la comprensión del misterio, me confesaste que ya habías aprehendido definitivamente que el Teatro no era sólo para hacer reír, que, el que quiere reír, ríe cuando quiere. Porque la diversión –continuabas– no se halla sólo en la risa, la carcajada como pretendías antaño, también está en la reflexión, en la humanidad y en el compromiso de la idea transmitida; y que –proclamabas con emoción– la diversión, entonces, alcanza el rango de dicha, de felicidad.

En ese momento ya no quedaban fisuras. Nuestros brazos, nuestros cuerpos, cernidos nuestros espíritus, estrechaban a todos los «tú» en un grupo heterogéneo, variopinto, distinto en sus individualidades, pero compacto, sensitivo y creador.

Alumbrábamos así el misterio puro: el Teatro.

 

JOSÉ PONS es dramaturgo, actor y novelista. Entre sus obras destacan Omo y Crónica de la indiferencia (teatro) y Diario de un superviviente de la crisis (novela).

http://josepons.net