Palabra de mercader

EL DESPERTAR DEL BÚHO, sección en la revista COVIBAR en la que los miembros de Escritores en Rivas colaboran cada mes con sus escritos de literatura, arte, historia, ciencia y sociedad. Mes de junio, nº 317

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PALABRA DE MERCADER

Cristina Gallardo

La labor de los mercaderes de libros fue extraordinariamente relevante durante los años que dieron su nombre al Siglo de Oro español, periodo que, desde el punto de vista literario, abarca desde la publicación de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija hasta la muerte de Pedro Calderón de la Barca.

Su minucioso trabajo de difusión del conocimiento a través de las letras favoreció que la cultura, los avances científicos y el humanismo en sí estuvieran al alcance de unos pocos ilustrados en los que recaía la labor de guiar a un pueblo dormido, que aún tenía mucho camino por delante hasta alcanzar la tan ansiada libertad de pensamiento.

Atrás quedaba el supuesto oscurantismo de la Edad Media, donde los libros vivieron silenciados, cautivos tras los gruesos muros de los monasterios, donde el conocimiento moría sin haber visto la luz. ¡Qué tristeza me produce recordar tanta infamia!

Afortunadamente, el oficio de mercader sigue vivo, más vivo que nunca. Hoy se nos denomina escritores, editores y libreros. Tengo la suerte de que en mí se engloban las tres facetas, pues escribo, edito y vendo mis novelas, y, aunque somos muy diferentes, muchos vamos de pueblo en pueblo, como antaño lo hacían feriantes y mercachifles de poca monta, desplegamos las mantas sobre los mostradores, colocamos nuestros libros, y desnudamos, por unas pocas monedas, nuestras almas.

Pero hoy vengo a deciros que somos más que vendedores. En nosotros recae la noble misión de quien sabe que se enfrenta al oscurantismo, no solo el del pasado, sino al que se esconde tras las endebles democracias de nuestros días. No nos engañemos, estamos en peligro. Siempre habrá en algún lugar del mundo un dictador, un clérigo, un visionario, un misógino, un homófobo o un xenófobo dispuesto a silenciarnos. Habrá lugares donde los niños no tendrán acceso a la educación, pues nacerán del odio y portarán armas en vez de mochilas; habrá niñas que deberán hacerse invisibles para que su lucidez y fortaleza no sean una amenaza para los hombres débiles.

Pero, desde esta pequeña ventana, yo les digo: ¡temednos!, porque somos los hacedores del trueno y los ojos de la tormenta; podemos cambiar el pasado e imaginar el futuro; separar las aguas y desatar plagas bíblicas; descubrir estrellas lejanas viajando más allá de la velocidad de la luz; devolver la vida a especies extintas; desafiar y derrocar gobiernos; sentarnos a la mesa de filósofos y estadistas. Ponemos rostro a los oprimidos, a los golpeados, a los que sufren las injusticias, a los esclavos, a los que miran para otro lado, a los que se benefician, a los que permiten que nuestro planeta agonice.

Cuando nos veáis tras los mostradores de los stands, en las ferias de los libros, mostradnos vuestro respeto con una sonrisa, y recordad, si os lleváis alguno de nuestros libros, que deberéis comprometeros a darle cobijo entre vuestras manos y que no permitiréis que ninguna hoguera lo destruya.

Yo, por mi parte, me comprometo a no bajar nunca la guardia. Palabra de mercader.

CRISTINA GALLARDO. Escritora. Ha publicado las novelas Donde sueñan los almendros, De donde yo vengo… no hay gaviotas y La rebelión de los papamoscas.

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La Belleza y los valientes

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LA BELLEZA Y LOS VALIENTES

Antonio Daganzo

En las líneas preliminares de mi ensayo divulgativo Clásicos a contratiempo, quise recordar un hecho memorable ligado al ejercicio de la difusión musical; uno de los hechos más sobresalientes a los que, sin duda, he tenido oportunidad de asistir a lo largo de mi vida filarmónica. Aconteció un domingo de verano; en concreto, la noche del domingo 5 de agosto del año 2007, “durante la cual, en uno de sus conciertos extraordinarios madrileños al aire libre, el director Daniel Barenboim, al frente de su encomiable Orquesta del Diván de Oriente y Occidente –en la que comparten atriles jóvenes árabes e israelíes-, y en plena Plaza Mayor de la capital ante una audiencia multitudinaria, no sólo propuso célebres músicas de Beethoven” (la Obertura “Leonora” nº 3) “y Chaikovski” (la Sinfonía “Patética”) “sino que se atrevió a tocar las dodecafónicas, y por eso poco populares a priori, Variaciones para orquesta, op. 31, de Arnold Schönberg. Nada más iniciarse la interpretación supe que la respuesta del público, lejos de cualquier cobardía, iba a ser entusiasta, como así fue; y ello evidentemente por el virtuosismo de los artistas, pero también por la valerosa actitud de Daniel Barenboim, quien, cual improvisado divulgador, presentó la obra de Schönberg a los espectadores con una convicción y una habilidad admirables”.

            De tal manera lo dejé escrito en Clásicos…; con la concisión a la que me obligaba el marco de unas líneas preliminares, donde referir lo ocurrido no podía exceder el lógico límite de un argumento tangencial. Ahora, en cambio, sí me es posible ensanchar márgenes para poner de relieve, primero, una circunstancia de lo más enjundiosa: la decisión de incluir en el concierto las Variaciones para orquesta de Schönberg fue sobrevenida; es decir, que Daniel Barenboim desafió el criterio y, al cabo, enmendó la decisión de los programadores de los Veranos de la Villa, quienes habían considerado imposible, o al menos altamente desaconsejable, la interpretación y, por tanto, la audición masiva de una partitura dodecafónica en la Plaza Mayor de Madrid. Lo segundo que merece también un mayor comentario lleva a poner el foco justo en el instante en que el maestro Barenboim hizo las veces de atinado divulgador ante todos nosotros. Porque sus palabras fueron más allá de una sucinta glosa de las Variaciones… schönbergianas y sus virtudes; sus palabras fueron, igualmente, una apelación directa al orgullo de todos los que allí nos habíamos congregado aquella noche de agosto. “Ustedes, como público, no son menos que nadie”, nos dijo el eminente director, sirviéndose de estos términos o de algunos otros sumamente parecidos… “Ustedes, como público, no son menos que nadie”.

            Aquel gesto de valentía de Daniel Barenboim, junto a sus músicos, sigue pareciéndome hoy el mejor ejemplo, la mejor plasmación de cómo puede infligírsele una severa derrota al elitismo en el lance menos esperado, y de la forma más insospechada, urgente, radical y eficaz. La belleza artística, y sobre todo la belleza artística a priori más difícil, necesita el concurso de sus héroes y heroínas: esos valientes cuya inteligencia y astucia, puestas al servicio de la sociedad, seguirán conquistando la excelencia para todos, batalla tras batalla.

Antonio Daganzo es poeta, narrador, periodista y divulgador cultural y musical. Autor de los poemarios ‘La sangre Música’ y ‘Pasos de centinela’, entre otras. Premio de Narrativa «Miguel Delibes» 2018 por su novela ‘Carrión’.

http://sinfoniadelaspalabras.blogspot.com/

Respetar a los clásicos

EN LÍNEA RECTA: columna con artículos de opinión de la Asociación Escritores en Rivas, en la revista digital RIVAS ACTUAL.

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RESPETAR A LOS CLÁSICOS

por Jesús Jiménez Reinaldo

En estos tiempos asistimos de nuevo a una polémica literaria, lo cual es sorprendente teniendo en cuenta que la sociedad cada vez presta menos atención a la ficción verbal y se sumerge de cabeza y sin pensárselo dos veces en la creación audiovisual de todo tipo y pelaje. La víctima en este caso ha sido el escritor británico Roald Dahl, al que la editorial Puffin UK ha decidido limpiar de términos que sus editores consideran inaceptables, como «gordo» o «feo», de tal modo que clásicos juveniles de la talla de «Charlie y la fábrica de chocolate» quedan exentos de términos peyorativos que, en teoría, pueden afectar a la sensibilidad de los lectores, a quienes tratan como niños a los que hay que proteger del pensamiento divergente. También van a correr la misma mala suerte los libros de Ian Fleming, cuyo héroe, el famosísimo James Bond, ya no se enfrentará a palabras políticamente incorrectas como «negro» y que tanto deben perturbar a lectores sensibles a los que, sin embargo, no parecen afectar en absoluto las persecuciones violentas, el maltrato físico y los asesinatos a sangre fría.

   Esta actitud puritana surge de una concepción errónea de la obra literaria, la cual, si en principio nace fundamentalmente para el entretenimiento, con el tiempo, sea cual sea su calidad, acaba por convertirse en documento histórico de su tiempo. Con sus contradicciones, sus aciertos y sus fracasos, lo que podemos encontrar en cada libro es el reflejo de una sociedad viva,  en proceso y, por tanto, modificar su contenido para adecuarlo a los efímeros estándares vigentes no es sino una traición tanto a su creador como a su contexto. Si han leído ustedes la novela «Belleza negra» de la autora inglesa Anne Sewell, sabrán que los animales obtuvieron en Gran Bretaña una ley contra la crueldad (1835) mucho antes de que en otras partes del mundo se aboliera la esclavitud o de que incluso, ahora mismo, se explote laboralmente a la infancia en algunos países; la realidad no se cambia negando aquello que no nos gusta, sino conociéndola y teniendo un pensamiento crítico al respecto, que es lo que la lectura de la filosofía, la historia y la literatura nos enseñan en sus textos.

   Las sociedades cambian y, lo que ayer nos parecía un crimen, hoy es un derecho, y viceversa. Lewis Carroll, quien iría en la actualidad directamente a la cárcel por pedófilo, nos legó la maravilla de «Alicia en el país de las maravillas» y Oscar Wilde, que fue condenado por prácticas sexuales legales hoy en casi todo occidente, es el autor de algunos de los cuentos literarios más hermosos que se hayan escrito nunca. Los seres humanos que escribieron dichas obras ya murieron y nada podremos hacer nunca por cambiar su experiencia vital, pero sí está en nuestras manos tener la oportunidad, y me atrevo a reclamar el derecho, de respetar fielmente sus palabras para que su legado esté al alcance de todos, pues el conocimiento debe ser un derecho universal que no debe ser censurado.

JESÚS JIMÉNEZ REINALDO. Licenciado en Filología Hispánica, poeta y articulista, es autor de los libros de poesía La mística del fracaso y Los útiles del alquimista, entre otros. http://cristalesrotoseneleden.blogspot.com.es/

Escritor: Mitos y Leyendas

Sección de la revista COVIBAR en la que los miembros de Escritores en Rivas colaboran cada mes con sus escritos de literatura, arte, historia, ciencia y sociedad. El búho, como muchos escritores, es ave silenciosa que caza en la oscuridad. https://www.covibar.es/  Mes marzo 2023 nº 314  Página: 30

ESCRITOR: MITOS Y LEYENDAS

por Miguel Arenas Martín

«¿Tú has escrito una novela?». Eso me preguntaron, con frecuencia, tras publicar mi primer libro. Esa cuestión admitiría muchas interpretaciones y todas tendrían que ver con el título de este artículo. En mi caso personal, lo más probable es que expresase sorpresa e incredulidad ante tan drástico cambio de actividad tras mi jubilación. Pero no quiero hablar de mí, sino de ese cada vez más ingente colectivo al que me atrevo a decir que pertenezco. La cuestión existencial a plantear es ¿qué es realmente un escritor?

Para una persona madura y con la imagen de Paco Umbral o Cela en la cabeza, el escritor debería ser una persona referente para una sociedad, culta, protestona, maleducada y obsesionada por hablar de su libro. Para un miembro de la «generación Z», que solo obedece a lo que dicen los influencers, un escritor sería, probablemente, algo en proceso de extinción. Unas palabras escritas con tinta sobre el blanco y negro de un papel, y que necesitan agruparse en varias frases para describir un hecho, no podrían transmitir, según ellos, la fuerza de un video con imágenes retocadas y acompañadas de frases estereotipadas, bailes y performances. Si le preguntáramos a un economista, él diría que un escritor es alguien que vive de vender muchos libros. Para un inspector de Hacienda sería alguien que paga muchos impuestos por sus regalías. Si me atuviera a los requisitos que me pidieron para afiliarme a una afamada asociación, bastaría con tener un libro publicado con su ISBN correspondiente. El escritor tiene un binomio inseparable que es su lector. No osaré cuantificar el número mínimo de lectores que se necesitarían para ganarse el derecho a ser llamado escritor. Tampoco hablaré como requisito obligatorio el respetar y dominar las normas ortográficas, sintácticas o de estilo. Así podríamos seguir hasta agotarnos buscando respuestas plausibles a esta pregunta.

Gracias a las nuevas tecnologías y a la autopublicación, la escritura se ha popularizado. Antes solo se podía publicar a través de la llamada edición tradicional con editoriales. Eso cerraba el paso a quienes no tuvieran los medios para llegar hasta ellas. ¿Nos obliga esta globalización a establecer una nueva definición de la escritura, acorde a los nuevos tiempos, y que huya de cualquier mito o leyenda previos? Esta cuestión, sobre todo, preocuparía a aquellos que estuvieran interesados en mantener el estatus, como élite, de los escritores tradicionales. Para ser médico o abogado, por ejemplo, se piden varios años de estudio y titulaciones acordes a la materia; ¿sería justo y necesario pedir eso mismo a un escritor?

Para no seguir haciendo amigos o enemigos entre mis colegas, concluiré recurriendo al sanctasanctórum de la RAE y transcribiré las acepciones reconocidas para la palabra escritor[1]:

  1. Persona que escribe.
  2. Autor de obras escritas o impresas.

A veces en la vida hay que evitar añadir más entropía[2] al caos que nos circunda. Quedémonos con estas definiciones y que sea la inexorable autoridad de los lectores, actuales o futuros, la que dicte sentencia.

[1]     Diccionario de la lengua española, actualización 2022

[2]    Magnitud termodinámica que mide la parte de la energía no utilizable para realizar trabajo.

 

MIGUEL ARENAS MARTÍN es licenciado en Ciencias Físicas y escritor. Autor de los libros Doble vida en el laberinto, La realidad que el espejo esconde, Culpa de sangre, Una verdad de papel, entre otros.

http://www.nosoyundinosaurio.es

Los amigos de mi marido no me leen

EN LÍNEA RECTA: columna con artículos de opinión de la Asociación Escritores en Rivas, en la revista digital RIVAS ACTUAL

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LOS AMIGOS DE MI MARIDO NO ME LEEN

por Cristina Gallardo

Mi marido es ingeniero. Sus amigos también. Todos tienen costumbre de leer, pero ni novelas, ni poesía, solo libros «de utilidad», o sea, de tecnología –me dice que novelas de Tom Clancy o de ciencia-ficción también, pero yo le observo con total indiferencia por encima de mis gafas.

Cuando le acuso de que ninguno ha mostrado nunca interés por mis novelas –su vida va demasiado rápido para considerarlo siquiera–, él me acusa a mí de no sentir curiosidad por nada que tenga que ver con la tecnología. ¡Qué le voy a hacer, ese mundo me viene al menos dos tallas grande!

Aunque tiene razón. A veces necesito que se detenga el tiempo, paladearlo mientras me adentro en las historias que brotan de las páginas de los libros viejos que no permito que acumulen polvo en mi estantería.

Evidentemente, ninguno de los dos puede decidir qué es más importante para el desarrollo del género humano; aun así, y tras un breve instante de vacilación, le contesto que la tecnología es evolución, pero que la literatura forma parte de nuestra cultura, es el legado que recogemos y el testigo que pasaremos cuando hayamos dejado de existir. Ahora es él quien me mira con indiferencia por encima de sus gafas.

Entonces mi mente inquieta se rebela y grita: «La tecnología no muere, solo avanza; por ello no está en riesgo su existencia. Pero si perdemos la capacidad de mostrar empatía por aquello que escribieron otros cuando fueron silenciados o estuvieron cautivos, cuando sintieron temor o vacilaron, cuando nos hicieron cómplices de sus secretos o desnudaron sus almas, se pudrirán nuestras raíces –esas que, por derecho, nos mantienen sujetos a este mundo–, y lo que es peor, acabaremos perdiendo la capacidad de discernir, de opinar, de rebelarnos, de defender nuestros derechos, de levantarnos, de sentir amor. En una palabra, dejaremos de ser seres sintientes.

Es cierto que la tecnología nos facilita la vida e incluso nos acerca a comportamientos más racionales, aunque eso me lleva a preguntarme: ¿Dónde quedarán las conductas irracionales, esas que llenaron cientos de páginas a lo largo de la historia?, ¿en qué mundo cabrán los desequilibrados y los perturbados?, ¿cuántas mujeres silenciadas quedarán en el olvido? –siempre sospeché que Anónimo era nombre de mujer.

Todos sabemos que la tecnología nos ofrece en la nube una recopilación literaria ilimitada, pero yo amo las bibliotecas con ese rancio olor tan característico que solo tiene la historia. ¡Donde hay un bibliotecario, sin duda, se encuentra un alma noble!

Si alguien pudiera analizar de qué está hecho mi ADN, podría ver en su secuencia a Zaratustra, al viejo y el mar, a Juan Salvador Gaviota, a Dorian Grey, a Rebeca, al Quijote y a su fiel escudero Sancho, al tío Vania y a tantos otros.

No tengo la respuesta sobre qué es mejor para la evolución del ser humano, solo sé que sin la literatura yo acabaría perdiendo mi humanidad».

Pero mi boca sensata solo se atrevió a decir: «¿Te apetece otro café?».

CRISTINA GALLARDO. Escritora. Ha publicado las novelas Donde sueñan los almendros, De donde yo vengo… no hay gaviotas y La rebelión de los papamoscas.

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La poesía y su lectura: una defensa de lo distinto

Sección de la revista COVIBAR en la que los miembros de Escritores en Rivas colaboran cada mes con sus escritos de literatura, arte, historia, ciencia y sociedad. El búho, como muchos escritores, es ave silenciosa que caza en la oscuridad. https://www.covibar.es/  Mes febrero 2023 nº 313  Página: 33

LA POESÍA Y SU LECTURA: UNA DEFENSA DE LO DISTINTO

Antonio Daganzo

«La poesía es difícil» ¡Cuántas veces lo habremos escuchado! Y lo que siempre me sorprende más de tal afirmación, así de dura y categórica, tiene que ver precisamente con ese afán totalizador, se diría que refractario a cualquier tipo de matiz. ¿Acaso la narrativa de Joyce, de Faulkner o de Onetti no es difícil en la mayoría de sus páginas? Y, sin embargo, parece que, al hablar de narrativa, los portones cómodamente franqueables del best seller de turno definen por entero la cuestión. Algo más o menos similar ocurre con el género ensayístico: nunca faltarán obras concebidas para una mayoría de lectores, monografías de tono divulgativo –pongamos por caso- en torno a la figura y el pensamiento de Albert Camus, susceptibles de ahorrarle al público menos riguroso el directo contacto con monumentos tales como El mito de Sísifo o El hombre rebelde. ¿Por qué el imaginario colectivo, pues, admite semejantes medias tintas con la narrativa y el ensayo, pero no con el aparentemente abismático e inaccesible hecho poético?

Creo que todo parte de un error de base; de uno bastante simple, a decir verdad: confundir lo difícil con lo distinto. En realidad la poesía rebasa los límites del fenómeno lingüístico con creces, en tanto hecho artístico valorado en todas sus posibles dimensiones; pero, si es el caso de tomarla aquí como proceso de comunicación cuyo estadio final recae únicamente en la recepción de los lectores, la poesía hace gala de una singularidad que merece ser examinada, siquiera a vuelapluma. La poesía es el arte de la connotación. Y preferir la sugerencia antes que todo aquello que pueda decirse o mostrarse abiertamente conduce a una apertura de referentes y significados que, de forma directa, apela a quienes leen, pues serán ellos, en última instancia, quienes habrán de discernir cuanto consideren oportuno acerca de un mensaje que les ha sido trasladado de manera deliberadamente no unívoca. Todo esto nada tiene de extravagante o de caprichoso. Que la poesía prefiera connotar a denotar es la lógica consecuencia del afán que siempre la preside: tratar de expresar lo inexpresable. Tratar de arrancarle a lo inefable sus íntimos secretos. De ahí su preocupación por los temas universales de la condición humana –el tiempo y su paso, la memoria, el olvido, la muerte o el amor-; de ahí su lenguaje concentrado e intenso; de ahí su querencia por el sentido figurado, capaz de hallarle a la realidad que nos rodea e invade estratos todavía sorprendentes, fascinantes en su insospechada novedad.

En una sociedad como la nuestra, regida por criterios de competencia y eficacia sobre parámetros cerrados de índole fundamentalmente economicista, defender la poesía, así como la necesidad de su lectura, se antoja un acto imprescindible, y casi de plena subversión. Defender la poesía es defender lo singular, y también el derecho a esa singularidad: el derecho, en fin, a fomentar y atesorar un espíritu crítico que pueda sublevarse ante las verdades espuriamente establecidas por el sistema. Defender la poesía es defender el valor incalculable de lo distinto. «(…) Mi ser, mi frente, mi corazón distinto», como escribiera el lúcido Juan Ramón.

ANTONIO DAGANZO es poeta, narrador, periodista y divulgador cultural y musical. Autor de los poemarios «La sangre Música» y «Pasos de centinela», entre otros. Premio de Narrativa «Miguel Delibes» – 2018 por su novela «Carrión».

Tú, el teatro

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TÚ, EL TEATRO

por José Pons

A todos aquellos con los que hice Teatro.

Ahora, que estas líneas están en tus manos, tú y yo ya estamos armonizados para conseguir el objetivo establecido. Tú y el otro tú y el otro y el otro y el otro… Todos los «tú» que habéis decidido acudir las tardes de ensayo a acompañaros para crear y recrearse.

Ahora, que estás leyendo estas líneas, ya estamos tú y yo creando mundos nuevos, creando ilusión de vida, creando posibilidades para todas esos otros «tú» que luego quieran vernos. Porque tú sabes que sin ellos no somos nada. ¿Te imaginas un teatro vacío de espectadores­? Sería como un mundo con sólo uno de los sexos.

Pero qué te voy a contar, si tú, conocedor del misterio, ya sabes que un actor, en un espacio, junto a otros actores, con unos objetos a su alrededor y cierta iluminación, establecen un sistema de signos para comunicar emociones, sentimientos, pensamientos, segmentos de vida que constituyen ese misterio que llamamos Teatro.

¡Qué te voy a contar entonces, si tú ya sabes que ese actor es un ser humano, que eres tú, y que los otros actores son los otros «tú»! ¡Qué te voy a contar, si ya sabes que el espacio lo creas tú con tu movimiento y que la iluminación surge de tu interior en virtud de la fricción interna, entre tu cuerpo y tu espíritu, cuando, en un acto de suprema generosidad creas y te recreas, para solaz y perfeccionamiento de los otros tú, que te ansían, normalmente, sentados frente a ti!

Porque tampoco es necesario ya aclararte cómo te diluyes en ritmo, en sonoridad, mientras tu voz se propaga por los espacios hasta los otros tú y perduras, transmutado en música, entre la urdimbre de sus espíritus.

¡Cuánta belleza cuando haces Teatro!

¡Tu imaginación hecha uno con tu cuerpo y tu música llevándote más allá de ti mismo!

Sólo quisiera que ya tuvieras olvidadas aquellas palabras atrevidas que me dijiste cuando caía sobre nuestros cuerpos la fría luz azul de la tarde y el lechoso foco nos confería es matiz desvaído: querías creer que lo únicamente importante en este mundo del teatro era hablar y hablar desde el personaje central de la obra.

Ahora, en este inmenso presente creativo que nos une, sabes que puedes comunicarte, que puedes hablar desde los diseños del escenógrafo, desde la imaginación de la dirección, desde los ojos de la luminotecnia, desde la boca del texto de base o libreto, desde las formas del maquillaje…, y dejarte todo tú a través de ello; ese «tú» de sensaciones, sentimientos, ideas, vida de que antes hablábamos. Porque tú ya sabes que todo eso es Teatro.

¡Tú, que ya estás en posesión del misterio, sabes el derroche de belleza que supone el teatro para que tantas veces lo dejemos escapar!

Por último, cuando el crepúsculo encendía de rojo y cárdeno nuestros rostros, apasionados por la comprensión del misterio, me confesaste que ya habías aprehendido definitivamente que el Teatro no era sólo para hacer reír, que, el que quiere reír, ríe cuando quiere. Porque la diversión –continuabas– no se halla sólo en la risa, la carcajada como pretendías antaño, también está en la reflexión, en la humanidad y en el compromiso de la idea transmitida; y que –proclamabas con emoción– la diversión, entonces, alcanza el rango de dicha, de felicidad.

En ese momento ya no quedaban fisuras. Nuestros brazos, nuestros cuerpos, cernidos nuestros espíritus, estrechaban a todos los «tú» en un grupo heterogéneo, variopinto, distinto en sus individualidades, pero compacto, sensitivo y creador.

Alumbrábamos así el misterio puro: el Teatro.

 

JOSÉ PONS es dramaturgo, actor y novelista. Entre sus obras destacan Omo y Crónica de la indiferencia (teatro) y Diario de un superviviente de la crisis (novela).

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Humanizando lo humano

Sección de la revista COVIBAR en la que los miembros de Escritores en Rivas colaboran cada mes con sus escritos de literatura, arte, historia, ciencia y sociedad. El búho, como muchos escritores, es ave silenciosa que caza en la oscuridad. https://www.covibar.es/  Mes enero 2023 nº 312  Página: 33

HUMANIZANDO LO HUMANO

Raúl Alelú-Paz

Hace unos meses hablábamos en esta misma sección sobre los trabajos de Leon Festinger, Henry Riecken y Stanley Schachter, que se tradujeron en el desarrollo del concepto de disonancia cognitiva, el cual plantea la necesidad que tenemos los seres humanos de que nuestras creencias, actitudes y conductas sean coherentes entre sí.

Les prometí que, en un próximo artículo (y lo prometido es deuda), relacionaríamos las experiencias vividas con la aparición de un trastorno mental y, para ello, he querido rescatar el libro de Allen Frances que lleva por título ¿Somos todos enfermos mentales?

La importancia de este libro radica en dos aspectos que considero fundamentales: en primer lugar, el autor fue el responsable de una de las versiones del manual con el que los clínicos que nos dedicamos a la salud mental diagnosticamos a nuestros pacientes. Y, en segundo lugar, porque Frances es capaz de relacionar la disonancia cognitiva con nuestras vidas diarias, y lo hace sin necesidad de psicologizar o psiquiatrizar todos y cada uno de nuestros sentimientos o pensamientos.

Frances nos viene a decir que es normal sentirse triste, abatido, cuando las circunstancias de la vida se complican. Que el enfado es algo natural, al igual que preocuparnos cuando las vivencias así lo requieren. Que los niños no son hiperactivos, que son niños, y que los padres y las madres tenemos que aprender a ser eso, padres y madres. Que la ansiedad es un mecanismo de defensa natural del organismo, y que los psicofármacos, lejos de ayudar, pueden incluso matarnos. Que la vida es complicada, que no es una película de Hollywood y que lo importante es tener una red de apoyo, un hombro sobre el que llorar, o una persona con la que compartir nuestros temores. Que no todo es química, que no todos los problemas se resuelven con una pastilla, y que no podemos olvidar lo que realmente nos hace humanos, el cuidado del otro. Y que las disonancias son normales, sanas, y que nos pueden ayudar a crecer, a entendernos más y mejor.

En resumen, Frances nos recuerda la importancia de no perder nuestra esencia, de rescatar nuestros valores y de permitirnos sentirnos normales en un mundo que, en ocasiones, parece haberse vuelto loco.

RAÚL ALELÚ-PAZ Doctor en Medicina y Cirugía. Doctor en Psicología. Experto Universitario en Psiquiatría infantil y juvenil. Psicólogo Sanitario.

 

 

 

El humor en la Filosofía, Literatura, Historia, Arte y Ciencia

EN LÍNEA RECTA: columna con artículos de opinión de la Asociación Escritores en Rivas, en la revista digital RIVAS ACTUAL

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EL HUMOR EN LA FILOSOFÍA, EN LA LITERATURA, EN LA HISTORIA, EN EL ARTE, EN LA CIENCIA.

Rafael Ubal López

Slavoj Žižek, a quien se ha calificado el «filósofo más peligroso de Occidente», resulta ser también el más divertido. Pero aquí, naturalmente, la palabra divertido no es sólo cuestión de risa (que también), sino que implica una actitud irónica, subversiva, reflexiva y comprometida. Parece dar la razón a la frase de Wittgenstein: «Una obra filosófica seria, debería estar compuesta enteramente de chistes.» No hay mejor vehículo que el chiste para ayudarnos a comprender las trampas del lenguaje, para hacernos pensar con una sonrisa o una carcajada, para colocarnos delante el espejo de nuestro propio yo y de la sociedad, pues el chiste es siempre una proyección del subconsciente colectivo, de sus miedos, de sus odios, de todo aquello que el estado reprime y acaba aflorando en un estallido de libertad e insolencia”. Este es el texto que se puede leer, en la presentación del libro: “Mis chistes, mi Filosofía” de este autor esloveno que recomiendo para entender la posible relación existente entre el Humor y la Filosofía.

Fernando Vizcaíno Casas, ha sido uno de los escritores españoles más populares de las últimas décadas, con más de cuatro millones de ejemplares vendidos. En la novela ha sido el género en el que ha obtenido sus más sonados éxitos, entre los que se cuentan Los imposibles sueños de un señor muy de derechas o Ecos de suciedad. Grandes éxitos fueron también Historias puñeteras, Celuloide casi virgen y Las anécdotas del Humor: Humor con humor se paga”. Este es un texto que se puede leer en algunas de las habituales presentaciones que se hacen de este autor, clásico del Humorismo Literario Español. Autor del cuál recomiendo aquí, “Las anécdotas del humor: Humor con humor se paga” para entender la posible relación existente entre el Humor y la Literatura.

Nieves Concostrina es presentada en San Google, tal y como sigue a continuación: ¿Cómo es posible que Adolf Hitler fuera candidato al Premio Nobel de la Paz? ¿Qué hacía Búfalo Bill dándose un garbeo con los sioux por las Ramblas de Barcelona? ¿Era el marqués de Sade, padre del sadomasoquismo, un hombre sensible? ¿Cuántas personas escucharon realmente la famosa locución radiofónica de La guerra de los mundos de Orson Welles? La historia universal es sin duda el mejor anecdotario que existe. El devenir de la humanidad es un continuo de despropósitos, coincidencias, exageraciones, curiosidades y difamaciones. Nieves Concostrina, nos conduce con mucho humor en un sorprendente viaje por algunos de los hechos más curiosos que han moldeado nuestra historia. En esta ocasión recomiendo la lectura de “Menudas historias de la Historia: Anécdotas, despropósitos, algaradas y mamarrachadas de la humanidad” para entender la posible relación existente entre el Humor y la Historia.

El Instituto Quevedo de las Artes del Humor tiene a Antonio Mingote como presidente honorífico perpetuo y a José María Peridis como embajador; está dirigido por un director académico, Tomás Gallego, dos directores técnicos, Julio Rey y Nieves Concostrina, y un secretario ejecutivo, Juan García Cerrada. Pues bien, es a esta entidad, estrechamente vinculada y desde hace años, colaboradora con nuestra Asociación Donantes de Risas a la que remito a los lectores de este artículo por si quieren entender la posible relación existente entre el Humor y el Arte.

Por último, deseo mencionar aquí a Los Premios Ig Nobel que son una parodia estadounidense del Premio Nobel. Se entregan cada año a principios de octubre para reconocer los logros de diez grupos de científicos que «primero hacen reír a la gente, y luego la hacen pensar». A esta Institución deseo remitir a los lectores que deseen entender la posible relación existente entre el Humor y la Ciencia.

RAFAEL UBAL. Psicólogo, risoterapeuta, miembro de la Academia del Humor y Patarca Universal. Autor de los libros ‘El libro de Buen Humor’ y ‘El poético patarca patético’, entre otros. http://www.donantesderisas.org