Ojos vacíos.
Contemplan el asesinato de la creación,
la danza sin sentido de las luces ciudadanas,
el vapor que se eleva desde lugares
donde no debería vivir un ser.
Soy un poeta y un esclavo.
Un escorpión de metal que se esconde
por las rejillas de una red interminable.
Un loco al que la soledad de su jornada continua
y su diminuta madriguera
han convertido en un vampiro de sentimientos ajenos,
en un fantasma de imaginación,
en una manifestación mutable
que se aparece bajo mil nombres cibernéticos:
uno por cada infierno que subyace tras los circuitos,
uno por cada futuro incierto que nos queda por vivir.
La letra perdida, de Fernando López Guisado. Ediciones Vitruvio