Los amigos de mi marido no me leen

EN LÍNEA RECTA: columna con artículos de opinión de la Asociación Escritores en Rivas, en la revista digital RIVAS ACTUAL

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LOS AMIGOS DE MI MARIDO NO ME LEEN

por Cristina Gallardo

Mi marido es ingeniero. Sus amigos también. Todos tienen costumbre de leer, pero ni novelas, ni poesía, solo libros «de utilidad», o sea, de tecnología –me dice que novelas de Tom Clancy o de ciencia-ficción también, pero yo le observo con total indiferencia por encima de mis gafas.

Cuando le acuso de que ninguno ha mostrado nunca interés por mis novelas –su vida va demasiado rápido para considerarlo siquiera–, él me acusa a mí de no sentir curiosidad por nada que tenga que ver con la tecnología. ¡Qué le voy a hacer, ese mundo me viene al menos dos tallas grande!

Aunque tiene razón. A veces necesito que se detenga el tiempo, paladearlo mientras me adentro en las historias que brotan de las páginas de los libros viejos que no permito que acumulen polvo en mi estantería.

Evidentemente, ninguno de los dos puede decidir qué es más importante para el desarrollo del género humano; aun así, y tras un breve instante de vacilación, le contesto que la tecnología es evolución, pero que la literatura forma parte de nuestra cultura, es el legado que recogemos y el testigo que pasaremos cuando hayamos dejado de existir. Ahora es él quien me mira con indiferencia por encima de sus gafas.

Entonces mi mente inquieta se rebela y grita: «La tecnología no muere, solo avanza; por ello no está en riesgo su existencia. Pero si perdemos la capacidad de mostrar empatía por aquello que escribieron otros cuando fueron silenciados o estuvieron cautivos, cuando sintieron temor o vacilaron, cuando nos hicieron cómplices de sus secretos o desnudaron sus almas, se pudrirán nuestras raíces –esas que, por derecho, nos mantienen sujetos a este mundo–, y lo que es peor, acabaremos perdiendo la capacidad de discernir, de opinar, de rebelarnos, de defender nuestros derechos, de levantarnos, de sentir amor. En una palabra, dejaremos de ser seres sintientes.

Es cierto que la tecnología nos facilita la vida e incluso nos acerca a comportamientos más racionales, aunque eso me lleva a preguntarme: ¿Dónde quedarán las conductas irracionales, esas que llenaron cientos de páginas a lo largo de la historia?, ¿en qué mundo cabrán los desequilibrados y los perturbados?, ¿cuántas mujeres silenciadas quedarán en el olvido? –siempre sospeché que Anónimo era nombre de mujer.

Todos sabemos que la tecnología nos ofrece en la nube una recopilación literaria ilimitada, pero yo amo las bibliotecas con ese rancio olor tan característico que solo tiene la historia. ¡Donde hay un bibliotecario, sin duda, se encuentra un alma noble!

Si alguien pudiera analizar de qué está hecho mi ADN, podría ver en su secuencia a Zaratustra, al viejo y el mar, a Juan Salvador Gaviota, a Dorian Grey, a Rebeca, al Quijote y a su fiel escudero Sancho, al tío Vania y a tantos otros.

No tengo la respuesta sobre qué es mejor para la evolución del ser humano, solo sé que sin la literatura yo acabaría perdiendo mi humanidad».

Pero mi boca sensata solo se atrevió a decir: «¿Te apetece otro café?».

CRISTINA GALLARDO. Escritora. Ha publicado las novelas Donde sueñan los almendros, De donde yo vengo… no hay gaviotas y La rebelión de los papamoscas.

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