La Belleza y los valientes

EN LÍNEA RECTA, artículos de opinión de la Asociación Escritores en Rivas en la revista RIVAS ACTUAL. ENLACE: https://www.rivasactual.com/la-belleza-y-los-valientes/

LA BELLEZA Y LOS VALIENTES

Antonio Daganzo

En las líneas preliminares de mi ensayo divulgativo Clásicos a contratiempo, quise recordar un hecho memorable ligado al ejercicio de la difusión musical; uno de los hechos más sobresalientes a los que, sin duda, he tenido oportunidad de asistir a lo largo de mi vida filarmónica. Aconteció un domingo de verano; en concreto, la noche del domingo 5 de agosto del año 2007, “durante la cual, en uno de sus conciertos extraordinarios madrileños al aire libre, el director Daniel Barenboim, al frente de su encomiable Orquesta del Diván de Oriente y Occidente –en la que comparten atriles jóvenes árabes e israelíes-, y en plena Plaza Mayor de la capital ante una audiencia multitudinaria, no sólo propuso célebres músicas de Beethoven” (la Obertura “Leonora” nº 3) “y Chaikovski” (la Sinfonía “Patética”) “sino que se atrevió a tocar las dodecafónicas, y por eso poco populares a priori, Variaciones para orquesta, op. 31, de Arnold Schönberg. Nada más iniciarse la interpretación supe que la respuesta del público, lejos de cualquier cobardía, iba a ser entusiasta, como así fue; y ello evidentemente por el virtuosismo de los artistas, pero también por la valerosa actitud de Daniel Barenboim, quien, cual improvisado divulgador, presentó la obra de Schönberg a los espectadores con una convicción y una habilidad admirables”.

            De tal manera lo dejé escrito en Clásicos…; con la concisión a la que me obligaba el marco de unas líneas preliminares, donde referir lo ocurrido no podía exceder el lógico límite de un argumento tangencial. Ahora, en cambio, sí me es posible ensanchar márgenes para poner de relieve, primero, una circunstancia de lo más enjundiosa: la decisión de incluir en el concierto las Variaciones para orquesta de Schönberg fue sobrevenida; es decir, que Daniel Barenboim desafió el criterio y, al cabo, enmendó la decisión de los programadores de los Veranos de la Villa, quienes habían considerado imposible, o al menos altamente desaconsejable, la interpretación y, por tanto, la audición masiva de una partitura dodecafónica en la Plaza Mayor de Madrid. Lo segundo que merece también un mayor comentario lleva a poner el foco justo en el instante en que el maestro Barenboim hizo las veces de atinado divulgador ante todos nosotros. Porque sus palabras fueron más allá de una sucinta glosa de las Variaciones… schönbergianas y sus virtudes; sus palabras fueron, igualmente, una apelación directa al orgullo de todos los que allí nos habíamos congregado aquella noche de agosto. “Ustedes, como público, no son menos que nadie”, nos dijo el eminente director, sirviéndose de estos términos o de algunos otros sumamente parecidos… “Ustedes, como público, no son menos que nadie”.

            Aquel gesto de valentía de Daniel Barenboim, junto a sus músicos, sigue pareciéndome hoy el mejor ejemplo, la mejor plasmación de cómo puede infligírsele una severa derrota al elitismo en el lance menos esperado, y de la forma más insospechada, urgente, radical y eficaz. La belleza artística, y sobre todo la belleza artística a priori más difícil, necesita el concurso de sus héroes y heroínas: esos valientes cuya inteligencia y astucia, puestas al servicio de la sociedad, seguirán conquistando la excelencia para todos, batalla tras batalla.

Antonio Daganzo es poeta, narrador, periodista y divulgador cultural y musical. Autor de los poemarios ‘La sangre Música’ y ‘Pasos de centinela’, entre otras. Premio de Narrativa «Miguel Delibes» 2018 por su novela ‘Carrión’.

http://sinfoniadelaspalabras.blogspot.com/

¿La política caníbal o la política de Mafalda?

EL DESPERTAR DEL BÚHO, sección en la revista COVIBAR en la que los miembros de Escritores en Rivas colaboran cada mes con sus escritos de literatura, arte, historia, ciencia y sociedad. Mes de mayo, nº 316

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¿LA POLÍTICA CANÍBAL O LA POLÍTICA DE MAFALDA?

Rafael Ubal

El título de este breve artículo plantea un interrogante que bien podría haberse formulado de esta otra manera más universal: ¿Es la historia de la política de la humanidad una historia caníbal?

La palabra «caníbal» proviene del tiempo de la colonización de América Central. Los colonos españoles se refirieron a los nativos calificándolos de «caníbales», dado que se encontraron con que en el Nuevo Mundo existían tribus que se comían el corazón de sus enemigos muertos en combate. De hecho, la antropofagia fue una práctica extendida por toda la América precolombina, sin que ello signifique que tal «hábito culinario» fuera exclusivo de aquella parte del mundo ni de aquella época.

Hoy día el canibalismo es un tema tabú en la mayoría de las culturas y, por supuesto, puede tomarse como una provocación si lo asociamos con el sustantivo «política». Yo lo traigo aquí para abordar precisamente este tema de la política, entendida como la capacidad de organizar la convivencia humana y administrar o armonizar las relaciones sociales.

Desde luego que lo hago con la clara intención de mostrar o evidenciar lo que de impostura o engaño, con apariencia de verdad, hay en las palabras y en las conductas de quienes encarnan el poder político en nuestra geografía y, en general, en el mundo contemporáneo. Sobra decir que esta es mi óptica personal, la cual no me parece muy distinta de la de Mafalda, cuando, al leer la definición que Rousseau hizo del fin de la política («El verdadero fin de la política es hacer cómoda la existencia y felices a los pueblos»), ella no pudo sino exclamar irónicamente: «¡Se nota! ¡Se nota!».

Fotografía de Gustavo Sánchez

Porque ¿qué pasa históricamente cuando la política se aleja de la filosofía de Mafalda, de Hegel, de Rousseau o de Tuiavi de Tiavea, jefe de una tribu de Samoa? Pues que los gobernantes adoptan formas atenuadas de canibalismo cultural, y la lucha política se orienta hacia una forma de antropofagia popular, estructural e institucional, que hace que aparezca como normal que los protagonistas de la política se concentren y focalicen más en su pugna por alcanzar o perpetuarse en el poder que en la atención debida a la gente común, lo que «canibaliza» la relación de los políticos con sus votantes. Así el principal objetivo de la campaña electoral de los candidatos se convierte en «comer el coco» a los electores.

Desde mi punto de vista, esta política caníbal se puede ver felizmente superada algún día por la «política de Mafalda», consistente en lograr que los adversarios políticos, más allá de sus intereses partidarios y de la inmediatez impuesta por la mercadotecnia de los votos, generen un debate genuino a partir de sus propias y diferentes visiones y concepciones de la sociedad y que lo hagan con absoluta claridad, distinción y transparencia, aunque así corra el riesgo más de uno de que le pueda pasar lo que confesó un expresidente argentino: «Si decía de verdad lo que iba a hacer, no me votaba nadie».

En definitiva, la forma maquillada más extendida de política caníbal es la que se caracteriza porque el PODER NO DICE LA VERDAD. Este es uno de los principales síndromes patológicos relacionales que tiene el poder, cuyo síntoma patognomónico es su compulsión o tendencia irrefrenable a mentir.

Frente a esta mitomanía caníbal, debemos oponernos los votantes con la «política de Mafalda», que consiste, sencilla y llanamente, en decirle la verdad al poder con «muchos huevos».

RAFAEL UBAL. Psicólogo, risoterapeuta, miembro de la Academia del Humor y Patarca Universal. Autor de los libros ‘El libro de Buen Humor’ y ‘El poético patarca patético’, entre otros. http://www.donantesderisas.org

Nuestras raíces carpetanas

EN LÍNEA RECTA, artículos de opinión de la Asociación Escritores en Rivas en la revista RIVAS ACTUAL. ENLACE: https://www.rivasactual.com/nuestras-raices-carpetanas/

NUESTRAS RAÍCES CARPETANAS

Elizabeth Cardona

Las ciencias arqueológicas pueden proporcionarnos multitud de datos acerca de las civilizaciones ya desaparecidas a través de los restos materiales que han perdurado en el tiempo. Pero si sus integrantes no dejaron testimonios escritos, es imposible conocer lo que sentían sus miembros y cómo era en realidad su mundo.

            Así ocurrió con los carpetanos, un pueblo poderoso y próspero que ocupó, al menos desde el siglo V a.C., gran parte del territorio que constituye actualmente la Comunidad de Madrid. Las primeras referencias escritas sobre los carpetanos nos han llegado a través de los historiadores Polibio y Tito Livio, que dan fe de su existencia al hilo narrativo de las batallas de cartagineses y romanos para la conquista de la Península Ibérica.

            La verdadera idiosincrasia de los carpetanos se ha perdido. Su modo de vida se fragmenta en los restos hallados en sus viviendas y poblados, que nos hacen comprender la base de su subsistencia económica e incluso de sus ritos funerarios, pero nada de esto habla por sí mismo.

En una visita al Museo Arqueológico de Madrid, los trozos de cerámicas y objetos de hierro expuestos en vitrinas, poco me ayudan a comprender el modo de vida de nuestros ancestros. Sin embargo, la iniciativa de Rivas Vaciamadrid en la reconstrucción de una vivienda carpetana en Miralrío y la preservación de los restos arqueológicos hallados me ha resultado ilustrativa. En un caso opuesto, me ha parecido desolador el estado de completo abandono del yacimiento encontrado en El Llano de la Horca (Santorcaz). Un viejo cartel da cuenta del enclave de los vestigios de toda una urbe carpetana, un patrimonio cultural de gran importancia y sin vigilancia alguna, al que cualquiera puede acceder para visitar, dañar o expoliar.

Las investigaciones realizadas a partir de los restos arqueológicos encontrados no arrojan mucha luz acerca de esa cultura. No hay una certeza sobre qué lengua hablaban, cómo era su organización social o cuáles eran sus creencias. Algunos autores modernos incluso ponen en duda su existencia como grupo étnico.

Las referencias a la Carpetania y sus habitantes han permanecido durante siglos.  Polibio, testigo directo de la Segunda Guerra Púnica, relata la batalla del Tajo que tuvo lugar en 220 a. C. en la que se enfrentaron un gran ejército carpetano de 100.000 hombres contra el comandado por el cartaginés Aníbal Barca.  Mucho tiempo después, Tito Livio, en su monumental historia de Roma, relata que Aníbal había cruzado los Pirineos con tres mil carpetanos entre sus filas que se sublevaron, obligando a Aníbal a licenciarlos de su ejército.  A partir del año 201 a.C., tras la derrota de Cartago, Roma comienza un largo proceso de organización administrativa y explotación económica de Iberia. La resistencia a ultranza de los pueblos indígenas al sometimiento a Roma supuso un largo proceso que no se completaría hasta comienzos del siglo II d.C.

La falta de las crónicas carpetanas capaces de transmitir su propia historia nos impide ver su auténtico mundo. Los carpetanos han sido objeto de numerosos estudios e investigaciones, pero siempre a partir de la visión de lo ajeno.

En mi opinión, carecen de la savia vital inherente a su civilización, capaz de nutrir a las siguientes generaciones de una identidad propia. Pero su legado es innegable, ya que los restos arqueológicos hallados ponen de manifiesto que eran un pueblo pacífico e independiente, con una economía boyante procedente de su trabajo y esfuerzo. Sus poblados contaban con escasas defensas. Y, aun así, fueron capaces de formar un gran ejército cuando los invasores trataban de arrebatarles sus riquezas e imponerles su modo de vida. Cuando fue inevitable, se adaptaron a los tiempos en el ocaso de su civilización. Como cantaba Sabina: «Pongamos que hablo de Madrid».     

            Espero que, si nuestra cultura desaparece, otros seres inteligentes encuentren algo más que fósiles. Que la prueba de nuestra existencia no se limite a los restos de casas, palacios o templos, ni a miles de desvencijados artilugios. Confío en que encuentren los mensajes que hemos dejado escritos, porque solo así serán capaces de comprender nuestra verdadera esencia.

Elizabeth Cardona es doctora en Derecho. Ha sido magistrada en la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional y Fiscal. Autora de El Jurado. Su tratamiento en el Derecho Procesal español, y la novela La conspiración de la inocencia.

Con la L

EL DESPERTAR DEL BÚHO

Sección de la revista COVIBAR en la que los miembros de Escritores en Rivas colaboran cada mes con sus escritos de literatura, arte, historia, ciencia y sociedad. El búho, como muchos escritores, es ave silenciosa que caza en la oscuridad.

https://www.covibar.es/ Mes abril 2023 nº 315 Página: 30

CON LA L

por José Guadalajara

¿Por qué nos cuesta tanto trabajo escapar de los tópicos? Parece que agarrarnos a lo inmediato actúa sobre nosotros como un seguro de vida. Sin embargo, ¿por qué, aunque se trate de lo cotidiano y doméstico, no intentamos hacer el esfuerzo de aportar un punto de originalidad a nuestros dichos y expresiones? A veces, los mínimos detalles sirven para evaluar el fondo que habita dentro de nosotros.

Un caso singular lo constituye el de esas palabras-clichés que empleamos para evitar equívocos cuando nos preguntan por la letra del DNI o cuando deletreamos en voz alta una contraseña o una palabra extranjera o un vocablo poco habitual. En otras ocasiones, hacemos como los participantes de cierto concurso televisivo que, al tener que introducir una nueva letra para resolver un acertijo, si eligen la L añaden acto seguido: de Lugo. Así, con toda su fuerza y efectividad. ¡Con L de Lugo!

Yo, que soy un atravesado y que estoy un tanto harto de la misma repetición, me pregunto: ¿Es que no hay más capitales en España? ¿No valdrían la L de Lérida, de León o de Logroño, por poner varios ejemplos? ¿O la L de Lanzarote? O incluso, para ser más internacionales, la L de Luxemburgo, de Libia o Lituania. Y no digamos ya, tirando de extrema creatividad y snobismo, la L de lontananza, de lebaniego o de latín.  ¡Pues no! La L, en un noventa por ciento o más de los casos, es siempre la L de Lugo. Parece que, en esto de las letras, la geografía, sobre todo la gallega, se lleva siempre el gato (no voy a decir el mejillón) al agua.

Pero esto mismo puede suceder con cualquiera de las otras veintiséis letras restantes del abecedario. Así, si se trata de mencionar una palabra que comience por la E, será casi de modo ineludible la E de España, o, en el caso de la D, ahí nos toparemos con la omnipresente D de dedo o de Dinamarca. ¡Claro, y la P de Pamplona!

¿Qué mecanismo mental hace que sean esas asociaciones las que primero se nos vienen a la memoria? ¡Qué vínculo más curioso el que guarda la mayoría de los hablantes con Cayo Antistio Veco que, en el año 25 a. C. durante las guerras cántabras, mandó levantar en las proximidades de un castro el campamento de Lucus Augusto! Éste, con el correr de los años, se convertiría en la ciudad de Lugo, fundada, al parecer, por otro romano: Paulo Fabio Máximo.

Sin duda, nadie se acuerda de ellos, o ni siquiera los conoce, cuando arremete con esa celebrity «L de Lugo», expresión que ha terminado ya por formar un cliché lingüístico.

¿Y a qué viene todo esto? ¿A qué estas minucias con el idioma? Naturalmente, detrás se esconde una intención más solapada. En el fondo, lo que estoy denunciando aquí, en el tiempo de las prisas y los mensajes de whatsapp elaborados a todo trapo, es la epidémica falta de creatividad, el vacío de imaginación, el mundo de los tópicos, la ausencia de una voz interior armoniosa y no desafinada ─parafraseando ahora el título de mi última novela, escrita al alimón con Candela Arevalillo─, que nos advierta de que esa L prepotente y traviesa también pueda ser la L de luz, la luz ancestral de la E, la E del entendimiento.

JOSÉ GUADALAJARA es investigador y novelista, autor de La luz que oculta la niebla, El alquimista del tiempo, Cien microhistorias de la Historia y Fado por un rey, entre otras. https://www.joseguadalajara.com/

Respetar a los clásicos

EN LÍNEA RECTA: columna con artículos de opinión de la Asociación Escritores en Rivas, en la revista digital RIVAS ACTUAL.

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RESPETAR A LOS CLÁSICOS

por Jesús Jiménez Reinaldo

En estos tiempos asistimos de nuevo a una polémica literaria, lo cual es sorprendente teniendo en cuenta que la sociedad cada vez presta menos atención a la ficción verbal y se sumerge de cabeza y sin pensárselo dos veces en la creación audiovisual de todo tipo y pelaje. La víctima en este caso ha sido el escritor británico Roald Dahl, al que la editorial Puffin UK ha decidido limpiar de términos que sus editores consideran inaceptables, como «gordo» o «feo», de tal modo que clásicos juveniles de la talla de «Charlie y la fábrica de chocolate» quedan exentos de términos peyorativos que, en teoría, pueden afectar a la sensibilidad de los lectores, a quienes tratan como niños a los que hay que proteger del pensamiento divergente. También van a correr la misma mala suerte los libros de Ian Fleming, cuyo héroe, el famosísimo James Bond, ya no se enfrentará a palabras políticamente incorrectas como «negro» y que tanto deben perturbar a lectores sensibles a los que, sin embargo, no parecen afectar en absoluto las persecuciones violentas, el maltrato físico y los asesinatos a sangre fría.

   Esta actitud puritana surge de una concepción errónea de la obra literaria, la cual, si en principio nace fundamentalmente para el entretenimiento, con el tiempo, sea cual sea su calidad, acaba por convertirse en documento histórico de su tiempo. Con sus contradicciones, sus aciertos y sus fracasos, lo que podemos encontrar en cada libro es el reflejo de una sociedad viva,  en proceso y, por tanto, modificar su contenido para adecuarlo a los efímeros estándares vigentes no es sino una traición tanto a su creador como a su contexto. Si han leído ustedes la novela «Belleza negra» de la autora inglesa Anne Sewell, sabrán que los animales obtuvieron en Gran Bretaña una ley contra la crueldad (1835) mucho antes de que en otras partes del mundo se aboliera la esclavitud o de que incluso, ahora mismo, se explote laboralmente a la infancia en algunos países; la realidad no se cambia negando aquello que no nos gusta, sino conociéndola y teniendo un pensamiento crítico al respecto, que es lo que la lectura de la filosofía, la historia y la literatura nos enseñan en sus textos.

   Las sociedades cambian y, lo que ayer nos parecía un crimen, hoy es un derecho, y viceversa. Lewis Carroll, quien iría en la actualidad directamente a la cárcel por pedófilo, nos legó la maravilla de «Alicia en el país de las maravillas» y Oscar Wilde, que fue condenado por prácticas sexuales legales hoy en casi todo occidente, es el autor de algunos de los cuentos literarios más hermosos que se hayan escrito nunca. Los seres humanos que escribieron dichas obras ya murieron y nada podremos hacer nunca por cambiar su experiencia vital, pero sí está en nuestras manos tener la oportunidad, y me atrevo a reclamar el derecho, de respetar fielmente sus palabras para que su legado esté al alcance de todos, pues el conocimiento debe ser un derecho universal que no debe ser censurado.

JESÚS JIMÉNEZ REINALDO. Licenciado en Filología Hispánica, poeta y articulista, es autor de los libros de poesía La mística del fracaso y Los útiles del alquimista, entre otros. http://cristalesrotoseneleden.blogspot.com.es/

XII ENCUENTRO DE ESCRITORES Y LECTORES

EL PELIGRO DE LEER

(29 y 30 de marzo de 2023 )

 

Este año el Encuentro girará en torno al lema El peligro de leer sobre el que hemos articulado coloquios, ponencias y varios espacios creativos. Nos preguntamos: ¿por qué puede ser peligrosa la lectura? Para ello basta con observar cómo muchas obras han sido censuradas o prohibidas a lo largo de la historia y cómo muchos escritores se han visto obligados a retractarse de lo escrito, se han sentido amenazados o bien han muerto a causa de ello. Del mismo modo, muchos lectores se han tenido también que esconder para leer determinadas obras. Sobrarían los ejemplos.

En cambio, la lectura, tanto de textos literarios como de cualquier otro tipo, estimula y potencia en el lector su conciencia crítica, amplía sus conocimientos y le permite desenvolverse mejor en la vida. Quizá aquí se encuentre la explicación de por qué determinados libros, en distintas épocas y naciones, han sido prohibidos.

El Encuentro, junto a este debate tan interesante, ofrecerá un espacio para la cultura del queso, su historia e importancia, con una degustación para conocer sus características. El queso también ha sido protagonista de algunos libros.

Por supuesto, no faltará un encuentro creativo con todos aquellos que han participado en nuestros concursos de poesía provocativa y nanorrelatos provocadores. Tendremos ocasión también de escuchar o de ver teatralizados algunos poemas prohibidos a lo largo de la historia de la literatura o que, por su contenido, resultaron polémicos o desestabilizadores.

PROGRAMA

Miércoles, 29 de marzo, 19:30 h.

  • Apertura del Encuentro:presentación y audiovisual
  • Versos peligrosos. Intervienen: José Pons y Elena Peralta
  • Historia peligrosa de la literatura por José Guadalajara
  • Concurso de poesía provocadora
  • Cultura del queso: historia y cata. Interviene: Juan Font
  • Entrega de premios
  • Versos ilustrados (dramatización) por Luis San José

Cristina, representante de la Sociedad Cooperativa Covibar
José Guadalajara, presidente de la Asociación Escritores en Rivas
VERSOS PELIGROSOS
Elena Peralta
José Pons
Historia peligrosa de la Literatura, con José Guadalajara
Cultura del queso: historia y cata, con Juan Font
Miriam de los Ríos, ganadora del Segundo Premio de Poesía Provocadora
Daniel Musteles, finalista del concurso de Poesía Provocadora
Urko Santxez, finalista del concurso de Poesía Provocadora
Cristina Gallardo, representando a Marisa Bello, ganadora del Primer Premio de Poesía Provocadora
VERSOS ILUSTRADOS (Dramatización) por Luis San José
Cata de quesos y vino español

PROGRAMA

Jueves, 30 de marzo, 19:30 h.

  • Audiovisual
  • La voz a oscuras, por José Luis Morante
  • Concurso de nanorrelatos provocadores
  • Coloquio: ¿Cómo influye la lectura en la sociedad? Por Sayago Langa, Ricardo Virtanen y Raúl Alelú-Paz
  • Entrega de premios
  • Clausura

Juan Font, presentador del XII Encuentro
LA VOZ A OSCURAS, por José Luis Morante
Iván Moratilla (Primer Premio), Roberto García (Segundo Premio) y Ángel Sáiz (Finalista junto a Silvia Asensio) Concurso de Nanorrelatos Provocadores
COLOQUIO: ¿Cómo influye la lectura en la sociedad?
Ricardo Virtanen, Sayago Langa y Raúl Alelú-Paz

Escritor: Mitos y Leyendas

Sección de la revista COVIBAR en la que los miembros de Escritores en Rivas colaboran cada mes con sus escritos de literatura, arte, historia, ciencia y sociedad. El búho, como muchos escritores, es ave silenciosa que caza en la oscuridad. https://www.covibar.es/  Mes marzo 2023 nº 314  Página: 30

ESCRITOR: MITOS Y LEYENDAS

por Miguel Arenas Martín

«¿Tú has escrito una novela?». Eso me preguntaron, con frecuencia, tras publicar mi primer libro. Esa cuestión admitiría muchas interpretaciones y todas tendrían que ver con el título de este artículo. En mi caso personal, lo más probable es que expresase sorpresa e incredulidad ante tan drástico cambio de actividad tras mi jubilación. Pero no quiero hablar de mí, sino de ese cada vez más ingente colectivo al que me atrevo a decir que pertenezco. La cuestión existencial a plantear es ¿qué es realmente un escritor?

Para una persona madura y con la imagen de Paco Umbral o Cela en la cabeza, el escritor debería ser una persona referente para una sociedad, culta, protestona, maleducada y obsesionada por hablar de su libro. Para un miembro de la «generación Z», que solo obedece a lo que dicen los influencers, un escritor sería, probablemente, algo en proceso de extinción. Unas palabras escritas con tinta sobre el blanco y negro de un papel, y que necesitan agruparse en varias frases para describir un hecho, no podrían transmitir, según ellos, la fuerza de un video con imágenes retocadas y acompañadas de frases estereotipadas, bailes y performances. Si le preguntáramos a un economista, él diría que un escritor es alguien que vive de vender muchos libros. Para un inspector de Hacienda sería alguien que paga muchos impuestos por sus regalías. Si me atuviera a los requisitos que me pidieron para afiliarme a una afamada asociación, bastaría con tener un libro publicado con su ISBN correspondiente. El escritor tiene un binomio inseparable que es su lector. No osaré cuantificar el número mínimo de lectores que se necesitarían para ganarse el derecho a ser llamado escritor. Tampoco hablaré como requisito obligatorio el respetar y dominar las normas ortográficas, sintácticas o de estilo. Así podríamos seguir hasta agotarnos buscando respuestas plausibles a esta pregunta.

Gracias a las nuevas tecnologías y a la autopublicación, la escritura se ha popularizado. Antes solo se podía publicar a través de la llamada edición tradicional con editoriales. Eso cerraba el paso a quienes no tuvieran los medios para llegar hasta ellas. ¿Nos obliga esta globalización a establecer una nueva definición de la escritura, acorde a los nuevos tiempos, y que huya de cualquier mito o leyenda previos? Esta cuestión, sobre todo, preocuparía a aquellos que estuvieran interesados en mantener el estatus, como élite, de los escritores tradicionales. Para ser médico o abogado, por ejemplo, se piden varios años de estudio y titulaciones acordes a la materia; ¿sería justo y necesario pedir eso mismo a un escritor?

Para no seguir haciendo amigos o enemigos entre mis colegas, concluiré recurriendo al sanctasanctórum de la RAE y transcribiré las acepciones reconocidas para la palabra escritor[1]:

  1. Persona que escribe.
  2. Autor de obras escritas o impresas.

A veces en la vida hay que evitar añadir más entropía[2] al caos que nos circunda. Quedémonos con estas definiciones y que sea la inexorable autoridad de los lectores, actuales o futuros, la que dicte sentencia.

[1]     Diccionario de la lengua española, actualización 2022

[2]    Magnitud termodinámica que mide la parte de la energía no utilizable para realizar trabajo.

 

MIGUEL ARENAS MARTÍN es licenciado en Ciencias Físicas y escritor. Autor de los libros Doble vida en el laberinto, La realidad que el espejo esconde, Culpa de sangre, Una verdad de papel, entre otros.

http://www.nosoyundinosaurio.es

Los amigos de mi marido no me leen

EN LÍNEA RECTA: columna con artículos de opinión de la Asociación Escritores en Rivas, en la revista digital RIVAS ACTUAL

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LOS AMIGOS DE MI MARIDO NO ME LEEN

por Cristina Gallardo

Mi marido es ingeniero. Sus amigos también. Todos tienen costumbre de leer, pero ni novelas, ni poesía, solo libros «de utilidad», o sea, de tecnología –me dice que novelas de Tom Clancy o de ciencia-ficción también, pero yo le observo con total indiferencia por encima de mis gafas.

Cuando le acuso de que ninguno ha mostrado nunca interés por mis novelas –su vida va demasiado rápido para considerarlo siquiera–, él me acusa a mí de no sentir curiosidad por nada que tenga que ver con la tecnología. ¡Qué le voy a hacer, ese mundo me viene al menos dos tallas grande!

Aunque tiene razón. A veces necesito que se detenga el tiempo, paladearlo mientras me adentro en las historias que brotan de las páginas de los libros viejos que no permito que acumulen polvo en mi estantería.

Evidentemente, ninguno de los dos puede decidir qué es más importante para el desarrollo del género humano; aun así, y tras un breve instante de vacilación, le contesto que la tecnología es evolución, pero que la literatura forma parte de nuestra cultura, es el legado que recogemos y el testigo que pasaremos cuando hayamos dejado de existir. Ahora es él quien me mira con indiferencia por encima de sus gafas.

Entonces mi mente inquieta se rebela y grita: «La tecnología no muere, solo avanza; por ello no está en riesgo su existencia. Pero si perdemos la capacidad de mostrar empatía por aquello que escribieron otros cuando fueron silenciados o estuvieron cautivos, cuando sintieron temor o vacilaron, cuando nos hicieron cómplices de sus secretos o desnudaron sus almas, se pudrirán nuestras raíces –esas que, por derecho, nos mantienen sujetos a este mundo–, y lo que es peor, acabaremos perdiendo la capacidad de discernir, de opinar, de rebelarnos, de defender nuestros derechos, de levantarnos, de sentir amor. En una palabra, dejaremos de ser seres sintientes.

Es cierto que la tecnología nos facilita la vida e incluso nos acerca a comportamientos más racionales, aunque eso me lleva a preguntarme: ¿Dónde quedarán las conductas irracionales, esas que llenaron cientos de páginas a lo largo de la historia?, ¿en qué mundo cabrán los desequilibrados y los perturbados?, ¿cuántas mujeres silenciadas quedarán en el olvido? –siempre sospeché que Anónimo era nombre de mujer.

Todos sabemos que la tecnología nos ofrece en la nube una recopilación literaria ilimitada, pero yo amo las bibliotecas con ese rancio olor tan característico que solo tiene la historia. ¡Donde hay un bibliotecario, sin duda, se encuentra un alma noble!

Si alguien pudiera analizar de qué está hecho mi ADN, podría ver en su secuencia a Zaratustra, al viejo y el mar, a Juan Salvador Gaviota, a Dorian Grey, a Rebeca, al Quijote y a su fiel escudero Sancho, al tío Vania y a tantos otros.

No tengo la respuesta sobre qué es mejor para la evolución del ser humano, solo sé que sin la literatura yo acabaría perdiendo mi humanidad».

Pero mi boca sensata solo se atrevió a decir: «¿Te apetece otro café?».

CRISTINA GALLARDO. Escritora. Ha publicado las novelas Donde sueñan los almendros, De donde yo vengo… no hay gaviotas y La rebelión de los papamoscas.

https://lamiradademonalisa.com

La poesía y su lectura: una defensa de lo distinto

Sección de la revista COVIBAR en la que los miembros de Escritores en Rivas colaboran cada mes con sus escritos de literatura, arte, historia, ciencia y sociedad. El búho, como muchos escritores, es ave silenciosa que caza en la oscuridad. https://www.covibar.es/  Mes febrero 2023 nº 313  Página: 33

LA POESÍA Y SU LECTURA: UNA DEFENSA DE LO DISTINTO

Antonio Daganzo

«La poesía es difícil» ¡Cuántas veces lo habremos escuchado! Y lo que siempre me sorprende más de tal afirmación, así de dura y categórica, tiene que ver precisamente con ese afán totalizador, se diría que refractario a cualquier tipo de matiz. ¿Acaso la narrativa de Joyce, de Faulkner o de Onetti no es difícil en la mayoría de sus páginas? Y, sin embargo, parece que, al hablar de narrativa, los portones cómodamente franqueables del best seller de turno definen por entero la cuestión. Algo más o menos similar ocurre con el género ensayístico: nunca faltarán obras concebidas para una mayoría de lectores, monografías de tono divulgativo –pongamos por caso- en torno a la figura y el pensamiento de Albert Camus, susceptibles de ahorrarle al público menos riguroso el directo contacto con monumentos tales como El mito de Sísifo o El hombre rebelde. ¿Por qué el imaginario colectivo, pues, admite semejantes medias tintas con la narrativa y el ensayo, pero no con el aparentemente abismático e inaccesible hecho poético?

Creo que todo parte de un error de base; de uno bastante simple, a decir verdad: confundir lo difícil con lo distinto. En realidad la poesía rebasa los límites del fenómeno lingüístico con creces, en tanto hecho artístico valorado en todas sus posibles dimensiones; pero, si es el caso de tomarla aquí como proceso de comunicación cuyo estadio final recae únicamente en la recepción de los lectores, la poesía hace gala de una singularidad que merece ser examinada, siquiera a vuelapluma. La poesía es el arte de la connotación. Y preferir la sugerencia antes que todo aquello que pueda decirse o mostrarse abiertamente conduce a una apertura de referentes y significados que, de forma directa, apela a quienes leen, pues serán ellos, en última instancia, quienes habrán de discernir cuanto consideren oportuno acerca de un mensaje que les ha sido trasladado de manera deliberadamente no unívoca. Todo esto nada tiene de extravagante o de caprichoso. Que la poesía prefiera connotar a denotar es la lógica consecuencia del afán que siempre la preside: tratar de expresar lo inexpresable. Tratar de arrancarle a lo inefable sus íntimos secretos. De ahí su preocupación por los temas universales de la condición humana –el tiempo y su paso, la memoria, el olvido, la muerte o el amor-; de ahí su lenguaje concentrado e intenso; de ahí su querencia por el sentido figurado, capaz de hallarle a la realidad que nos rodea e invade estratos todavía sorprendentes, fascinantes en su insospechada novedad.

En una sociedad como la nuestra, regida por criterios de competencia y eficacia sobre parámetros cerrados de índole fundamentalmente economicista, defender la poesía, así como la necesidad de su lectura, se antoja un acto imprescindible, y casi de plena subversión. Defender la poesía es defender lo singular, y también el derecho a esa singularidad: el derecho, en fin, a fomentar y atesorar un espíritu crítico que pueda sublevarse ante las verdades espuriamente establecidas por el sistema. Defender la poesía es defender el valor incalculable de lo distinto. «(…) Mi ser, mi frente, mi corazón distinto», como escribiera el lúcido Juan Ramón.

ANTONIO DAGANZO es poeta, narrador, periodista y divulgador cultural y musical. Autor de los poemarios «La sangre Música» y «Pasos de centinela», entre otros. Premio de Narrativa «Miguel Delibes» – 2018 por su novela «Carrión».

Tú, el teatro

EN LÍNEA RECTA: columna con artículos de opinión de la Asociación Escritores en Rivas, en la revista digital RIVAS ACTUAL

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TÚ, EL TEATRO

por José Pons

A todos aquellos con los que hice Teatro.

Ahora, que estas líneas están en tus manos, tú y yo ya estamos armonizados para conseguir el objetivo establecido. Tú y el otro tú y el otro y el otro y el otro… Todos los «tú» que habéis decidido acudir las tardes de ensayo a acompañaros para crear y recrearse.

Ahora, que estás leyendo estas líneas, ya estamos tú y yo creando mundos nuevos, creando ilusión de vida, creando posibilidades para todas esos otros «tú» que luego quieran vernos. Porque tú sabes que sin ellos no somos nada. ¿Te imaginas un teatro vacío de espectadores­? Sería como un mundo con sólo uno de los sexos.

Pero qué te voy a contar, si tú, conocedor del misterio, ya sabes que un actor, en un espacio, junto a otros actores, con unos objetos a su alrededor y cierta iluminación, establecen un sistema de signos para comunicar emociones, sentimientos, pensamientos, segmentos de vida que constituyen ese misterio que llamamos Teatro.

¡Qué te voy a contar entonces, si tú ya sabes que ese actor es un ser humano, que eres tú, y que los otros actores son los otros «tú»! ¡Qué te voy a contar, si ya sabes que el espacio lo creas tú con tu movimiento y que la iluminación surge de tu interior en virtud de la fricción interna, entre tu cuerpo y tu espíritu, cuando, en un acto de suprema generosidad creas y te recreas, para solaz y perfeccionamiento de los otros tú, que te ansían, normalmente, sentados frente a ti!

Porque tampoco es necesario ya aclararte cómo te diluyes en ritmo, en sonoridad, mientras tu voz se propaga por los espacios hasta los otros tú y perduras, transmutado en música, entre la urdimbre de sus espíritus.

¡Cuánta belleza cuando haces Teatro!

¡Tu imaginación hecha uno con tu cuerpo y tu música llevándote más allá de ti mismo!

Sólo quisiera que ya tuvieras olvidadas aquellas palabras atrevidas que me dijiste cuando caía sobre nuestros cuerpos la fría luz azul de la tarde y el lechoso foco nos confería es matiz desvaído: querías creer que lo únicamente importante en este mundo del teatro era hablar y hablar desde el personaje central de la obra.

Ahora, en este inmenso presente creativo que nos une, sabes que puedes comunicarte, que puedes hablar desde los diseños del escenógrafo, desde la imaginación de la dirección, desde los ojos de la luminotecnia, desde la boca del texto de base o libreto, desde las formas del maquillaje…, y dejarte todo tú a través de ello; ese «tú» de sensaciones, sentimientos, ideas, vida de que antes hablábamos. Porque tú ya sabes que todo eso es Teatro.

¡Tú, que ya estás en posesión del misterio, sabes el derroche de belleza que supone el teatro para que tantas veces lo dejemos escapar!

Por último, cuando el crepúsculo encendía de rojo y cárdeno nuestros rostros, apasionados por la comprensión del misterio, me confesaste que ya habías aprehendido definitivamente que el Teatro no era sólo para hacer reír, que, el que quiere reír, ríe cuando quiere. Porque la diversión –continuabas– no se halla sólo en la risa, la carcajada como pretendías antaño, también está en la reflexión, en la humanidad y en el compromiso de la idea transmitida; y que –proclamabas con emoción– la diversión, entonces, alcanza el rango de dicha, de felicidad.

En ese momento ya no quedaban fisuras. Nuestros brazos, nuestros cuerpos, cernidos nuestros espíritus, estrechaban a todos los «tú» en un grupo heterogéneo, variopinto, distinto en sus individualidades, pero compacto, sensitivo y creador.

Alumbrábamos así el misterio puro: el Teatro.

 

JOSÉ PONS es dramaturgo, actor y novelista. Entre sus obras destacan Omo y Crónica de la indiferencia (teatro) y Diario de un superviviente de la crisis (novela).

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