¿La política caníbal o la política de Mafalda?

EL DESPERTAR DEL BÚHO, sección en la revista COVIBAR en la que los miembros de Escritores en Rivas colaboran cada mes con sus escritos de literatura, arte, historia, ciencia y sociedad. Mes de mayo, nº 316

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¿LA POLÍTICA CANÍBAL O LA POLÍTICA DE MAFALDA?

Rafael Ubal

El título de este breve artículo plantea un interrogante que bien podría haberse formulado de esta otra manera más universal: ¿Es la historia de la política de la humanidad una historia caníbal?

La palabra «caníbal» proviene del tiempo de la colonización de América Central. Los colonos españoles se refirieron a los nativos calificándolos de «caníbales», dado que se encontraron con que en el Nuevo Mundo existían tribus que se comían el corazón de sus enemigos muertos en combate. De hecho, la antropofagia fue una práctica extendida por toda la América precolombina, sin que ello signifique que tal «hábito culinario» fuera exclusivo de aquella parte del mundo ni de aquella época.

Hoy día el canibalismo es un tema tabú en la mayoría de las culturas y, por supuesto, puede tomarse como una provocación si lo asociamos con el sustantivo «política». Yo lo traigo aquí para abordar precisamente este tema de la política, entendida como la capacidad de organizar la convivencia humana y administrar o armonizar las relaciones sociales.

Desde luego que lo hago con la clara intención de mostrar o evidenciar lo que de impostura o engaño, con apariencia de verdad, hay en las palabras y en las conductas de quienes encarnan el poder político en nuestra geografía y, en general, en el mundo contemporáneo. Sobra decir que esta es mi óptica personal, la cual no me parece muy distinta de la de Mafalda, cuando, al leer la definición que Rousseau hizo del fin de la política («El verdadero fin de la política es hacer cómoda la existencia y felices a los pueblos»), ella no pudo sino exclamar irónicamente: «¡Se nota! ¡Se nota!».

Fotografía de Gustavo Sánchez

Porque ¿qué pasa históricamente cuando la política se aleja de la filosofía de Mafalda, de Hegel, de Rousseau o de Tuiavi de Tiavea, jefe de una tribu de Samoa? Pues que los gobernantes adoptan formas atenuadas de canibalismo cultural, y la lucha política se orienta hacia una forma de antropofagia popular, estructural e institucional, que hace que aparezca como normal que los protagonistas de la política se concentren y focalicen más en su pugna por alcanzar o perpetuarse en el poder que en la atención debida a la gente común, lo que «canibaliza» la relación de los políticos con sus votantes. Así el principal objetivo de la campaña electoral de los candidatos se convierte en «comer el coco» a los electores.

Desde mi punto de vista, esta política caníbal se puede ver felizmente superada algún día por la «política de Mafalda», consistente en lograr que los adversarios políticos, más allá de sus intereses partidarios y de la inmediatez impuesta por la mercadotecnia de los votos, generen un debate genuino a partir de sus propias y diferentes visiones y concepciones de la sociedad y que lo hagan con absoluta claridad, distinción y transparencia, aunque así corra el riesgo más de uno de que le pueda pasar lo que confesó un expresidente argentino: «Si decía de verdad lo que iba a hacer, no me votaba nadie».

En definitiva, la forma maquillada más extendida de política caníbal es la que se caracteriza porque el PODER NO DICE LA VERDAD. Este es uno de los principales síndromes patológicos relacionales que tiene el poder, cuyo síntoma patognomónico es su compulsión o tendencia irrefrenable a mentir.

Frente a esta mitomanía caníbal, debemos oponernos los votantes con la «política de Mafalda», que consiste, sencilla y llanamente, en decirle la verdad al poder con «muchos huevos».

RAFAEL UBAL. Psicólogo, risoterapeuta, miembro de la Academia del Humor y Patarca Universal. Autor de los libros ‘El libro de Buen Humor’ y ‘El poético patarca patético’, entre otros. http://www.donantesderisas.org

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