Nuestras raíces carpetanas

EN LÍNEA RECTA, artículos de opinión de la Asociación Escritores en Rivas en la revista RIVAS ACTUAL. ENLACE: https://www.rivasactual.com/nuestras-raices-carpetanas/

NUESTRAS RAÍCES CARPETANAS

Elizabeth Cardona

Las ciencias arqueológicas pueden proporcionarnos multitud de datos acerca de las civilizaciones ya desaparecidas a través de los restos materiales que han perdurado en el tiempo. Pero si sus integrantes no dejaron testimonios escritos, es imposible conocer lo que sentían sus miembros y cómo era en realidad su mundo.

            Así ocurrió con los carpetanos, un pueblo poderoso y próspero que ocupó, al menos desde el siglo V a.C., gran parte del territorio que constituye actualmente la Comunidad de Madrid. Las primeras referencias escritas sobre los carpetanos nos han llegado a través de los historiadores Polibio y Tito Livio, que dan fe de su existencia al hilo narrativo de las batallas de cartagineses y romanos para la conquista de la Península Ibérica.

            La verdadera idiosincrasia de los carpetanos se ha perdido. Su modo de vida se fragmenta en los restos hallados en sus viviendas y poblados, que nos hacen comprender la base de su subsistencia económica e incluso de sus ritos funerarios, pero nada de esto habla por sí mismo.

En una visita al Museo Arqueológico de Madrid, los trozos de cerámicas y objetos de hierro expuestos en vitrinas, poco me ayudan a comprender el modo de vida de nuestros ancestros. Sin embargo, la iniciativa de Rivas Vaciamadrid en la reconstrucción de una vivienda carpetana en Miralrío y la preservación de los restos arqueológicos hallados me ha resultado ilustrativa. En un caso opuesto, me ha parecido desolador el estado de completo abandono del yacimiento encontrado en El Llano de la Horca (Santorcaz). Un viejo cartel da cuenta del enclave de los vestigios de toda una urbe carpetana, un patrimonio cultural de gran importancia y sin vigilancia alguna, al que cualquiera puede acceder para visitar, dañar o expoliar.

Las investigaciones realizadas a partir de los restos arqueológicos encontrados no arrojan mucha luz acerca de esa cultura. No hay una certeza sobre qué lengua hablaban, cómo era su organización social o cuáles eran sus creencias. Algunos autores modernos incluso ponen en duda su existencia como grupo étnico.

Las referencias a la Carpetania y sus habitantes han permanecido durante siglos.  Polibio, testigo directo de la Segunda Guerra Púnica, relata la batalla del Tajo que tuvo lugar en 220 a. C. en la que se enfrentaron un gran ejército carpetano de 100.000 hombres contra el comandado por el cartaginés Aníbal Barca.  Mucho tiempo después, Tito Livio, en su monumental historia de Roma, relata que Aníbal había cruzado los Pirineos con tres mil carpetanos entre sus filas que se sublevaron, obligando a Aníbal a licenciarlos de su ejército.  A partir del año 201 a.C., tras la derrota de Cartago, Roma comienza un largo proceso de organización administrativa y explotación económica de Iberia. La resistencia a ultranza de los pueblos indígenas al sometimiento a Roma supuso un largo proceso que no se completaría hasta comienzos del siglo II d.C.

La falta de las crónicas carpetanas capaces de transmitir su propia historia nos impide ver su auténtico mundo. Los carpetanos han sido objeto de numerosos estudios e investigaciones, pero siempre a partir de la visión de lo ajeno.

En mi opinión, carecen de la savia vital inherente a su civilización, capaz de nutrir a las siguientes generaciones de una identidad propia. Pero su legado es innegable, ya que los restos arqueológicos hallados ponen de manifiesto que eran un pueblo pacífico e independiente, con una economía boyante procedente de su trabajo y esfuerzo. Sus poblados contaban con escasas defensas. Y, aun así, fueron capaces de formar un gran ejército cuando los invasores trataban de arrebatarles sus riquezas e imponerles su modo de vida. Cuando fue inevitable, se adaptaron a los tiempos en el ocaso de su civilización. Como cantaba Sabina: «Pongamos que hablo de Madrid».     

            Espero que, si nuestra cultura desaparece, otros seres inteligentes encuentren algo más que fósiles. Que la prueba de nuestra existencia no se limite a los restos de casas, palacios o templos, ni a miles de desvencijados artilugios. Confío en que encuentren los mensajes que hemos dejado escritos, porque solo así serán capaces de comprender nuestra verdadera esencia.

Elizabeth Cardona es doctora en Derecho. Ha sido magistrada en la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional y Fiscal. Autora de El Jurado. Su tratamiento en el Derecho Procesal español, y la novela La conspiración de la inocencia.

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