Esos otros caminos

EN LÍNEA RECTA: columna con artículos de opinión de la Asociación Escritores en Rivas, en la revista digital RIVAS ACTUAL. https://www.rivasactual.com/esos-otros-caminos/

ESOS OTROS CAMINOS

José Guadalajara

Uno puede recorrer mil sendas en la vida, sentirse habitante o peregrino, tomar el sol o la sombra según las circunstancias e, incluso, intervenir con más o menos frecuencia en el diálogo existencial que mantenemos a diario con los otros.

El mundo nos sorprende a cada instante y el tiempo nos avisa y nos aprieta. Quizá somos tierra, aire, agua y fuego como creían los filósofos presocráticos o secuencias de ADN que configuran nuestra identidad. Somos y no somos.

En todo caso, nos gusta conocernos.

Y para mejor conocernos tenemos el arte, la literatura y la historia, así como todos aquellos saberes que se han ido asentando en los libros, los ordenadores y la memoria. Me imagino, por ejemplo, a un Homo habilis enseñando a uno de los suyos la técnica de hacer chocar un guijarro contra otro para obtener una herramienta con la que desgarrar después un ciervo o un bisonte. O a un escriba mesopotámico hundiendo en la arcilla una caña afilada para grabar con ella un pictograma. La construcción del conocimiento es una tarea compleja que ha necesitado millones de años.

EN LÍNEA RECTA, expresión que hemos acuñado para denominar esta columna o sección que hoy inauguramos en esta revista digital, se abre entre los meandros y las curvas de la vida para trazar a plumilla o grueso rotulador una senda de opinión sobre un paraje humanístico, un paraje que puede ser un bosque simbólico, un acantilado frente a un océano de palabras o un valle sombrío atestado de lobos y leyendas.

Es, sin embargo, la política la que, casi siempre, lo ocupa todo: se parece a aquellas antiguas mujeres que con sus miriñaques o crinolinas llenaban los salones de antaño, siempre bajo el peligro de que, a causa de un descuido, las llamas prendieran en ellas si se acercaban demasiado a la chimenea. Miles salieron ardiendo.

La política, muchas veces, también quema o inflama, o achicharra a los insolidarios, pero es modo imprescindible para organizar el mundo; por eso, constantemente, nos sale al paso en periódicos, revistas, informativos y charlas de calle o de café. No será, sin embargo, el guía turístico que nos conducirá a través de esta LÍNEA RECTA, una línea que nos llevará a explorar otros destinos, a caminar sobre ella para que, como ya he anticipado más arriba, nos adentre en la historia, el arte y la literatura. A la política la dejaremos en su mostrador.

Es por eso que, ante la abundancia de temas políticos en los medios, queremos caminar por otros senderos menos trillados. La Asociación Escritores en Rivas, integrada por novelistas, ensayistas y poetas con una larga tradición cultural en nuestro municipio, abre esta columna con la intención de plantear temas relacionados con el conocimiento histórico, la constelación literaria y el campo artístico. Así, damos la vuelta al reloj de arena, ponemos en marcha el mecanismo y sacamos a relucir los espejos.

Ya podemos empezar a mirarnos.

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JOSÉ GUADALAJARA es investigador y novelista, autor de La luz que oculta la niebla, El alquimista del tiempo, Cien microhistorias de la Historia y Fado por un rey, entre otras. https://www.joseguadalajara.com/

 

 

 

 

 

Donantes de Risas y el Humor negro

Donantes de Risas y el Humor Negro

RAFAEL UBAL

(A propósito del incidente producido por unos chistes “políticamente incorrectos” atribuidos al señor Guillermo Zapata, concejal de Cultura en el Ayuntamiento de Madrid)
Desde Donantes de Risas, asociación en la que ya hace años estamos dedicados a la investigación y divulgación de cuanto tiene que ver con la teoría y la praxis del Humor y de la Risa, consideramos oportuno realizar alguna puntualización a propósito de lo que se suele entender por Humor Negro en nuestra sociedad y de las repercusiones que se pueden derivar, para bien o para mal, de unos y de otros.
En primer lugar deseo traer a la consideración de los lectores, para su propio discernimiento, el siguiente diálogo extraído de una viñeta de Máximo en el diario el País, tal cual:
– A) Hay niños esclavos, hay niñas prostituidas, hay mujeres maltratadas, hay hombres explotados.
– B) Hay terrorismo patriótico, hay bombardeos rutinarios, hay armas espantosas que entre todos pagamos, hay torturadores profesionales, hay genocidas legítimos.
– A) Hay hambre, hay ignorancia, hay pobreza, hay miseria, hay injusticia, hay cárceles, hay odio, hay fanatismo, hay dolor, hay abismos de desigualdad.
– B) A veces también, en momentos raros, hay amor y humor.
– A) Sí, es la parte incoherente de la vida.

Este texto relata lo que para nosotros es el verdadero contenido del Humor Negro (más bien Mal Humor Oscuro y Maligno) empleado en la práctica totalidad de nuestros telediarios, y que maldita la gracia que tiene. A ellos sí que los debiéramos de hacer dimitir si gozáramos de un saludable y equilibrado estado mental, por la intoxicación de masas que provocan. Y esto sucede así, no por casualidad sino que en gran parte, es consecuencia directa de las medidas hipnotizadoras adoptadas por todos los responsables de organizar la convivencia, es decir, por quienes ostentan el poder político de programarnos. Y, convendría recordar aquí, la afirmación de Karl Popper al respecto: “la historia del poder político es la historia de la delincuencia internacional y del asesinato en masa”. Ese es para nosotros, los Donantes de Risas, el verdadero motivo razonable de escándalo, el auténtico “mal humor oscuro o humor maligno” que padece nuestra sociedad y que nos ha conducido y nos sigue arrastrando a la situación que magistralmente definiera Eduardo Galeano en su obra titulada “Patas arriba: la escuela del mundo al revés” en cuyo resumen nos dice: “Hace ciento treinta años, después de visitar el país de las maravillas, Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana. Al principio del milenio, el mundo al revés está a la vista: es el mundo tal cual es, con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies”.

Pues bien, queridos lectores, de esta cruda realidad bebe toda la ficción literaria del humor negro. Ya sea en forma de chiste, de viñeta, de tebeo, de monólogo, de cuento… y si somos sensatos no nos debe escandalizar quien nos cuenta la ficción, sino quienes producen y fabrican esa realidad indeseable. No matemos al mensajero, por torpe que nos parezca, por
mal que nos la cuente. No nos quedemos mirando como imbéciles al dedo que nos señala hacia dónde debemos mirar para no caer en la fosa séptica, pues no habremos superado la inteligencia de las bestias y, nuestra bestialidad nos llevará a escandalizarnos de la deformidad del dedo que señala, mientras nos hundimos en nuestros egos y en nuestras vanidades y nuestra estupidez nos conduce a batallas estériles que envenenan de prejuicios y de censuras nuestras vidas. El verdadero Humor, sea del color que sea, pero sobre todo el Humor Negro, se salta todos los prejuicios y todas las censuras y nos instala, más allá de toda lógica y de toda moral, en la inocencia y en la anarquía más radicales. El Humor Negro es un excelente recurso despertador y deshipnotizador, motivo por el que levanta tantas ampollas tanto en los déspotas como en los serviles y razón por la que, este tipo de humor, tiene tan mala prensa en nuestra sociedad, sobrada tanto de unos como de otros, tan políticamente correctos todos ellos. Sólo seres tan excepcionalmente dotados de Humanidad como Irene Villa, son capaces de asimilarlo como toca, con una sonrisa auténtica. En segundo lugar quiero hacer memoria de un suceso acaecido en este mismo año, en concreto el 7 de enero del 2015, me estoy refiriendo al atentado perpetrado en París contra Charlie Hebdo. Quiero recordar a quienes ahora se quieren quitar de en medio al señor Zapata por unos simples chistes de humor negro, su inconmensurable hipocresía al querer aparecer en la foto oficial del 11 de enero “je suis Charlie”, cuando 40 líderes mundiales parecían estar a favor de la ficción del humor negro y en contra de la intransigencia, del dogmatismo, del fanatismo, del oscurantismo… Estos y sus respectivos correligionarios y partidarios sí que debieran dimitir. Pero parece que aún estamos muy lejos de llegar a la meta que Doña María Zambrano planteaba en su libro “persona y democracia” cuando, allá por 1958, decía: “A medida que los hombres se van sintiendo personas y van teniendo tiempo de pensar, el que va ejerciendo el poder va teniendo la exigencia de dudar. De ahí que todos los déspotas teman el pensamiento y la libertad, porque reconocer esto significa ser persona y actuar como persona cuando se manda. Pero mandar, ¿no es algo que habrá de desaparecer, que estamos buscando desaparezca?”. Hasta aquí Doña María Zambrano. Pues, en conclusión, mucho me temo que estos déspotas que sólo aspiran a mandar, aún se encuentren muy lejos de abandonar su hipócrita y prepotente actitud “políticamente correcta”. ¿Por qué en vez de quererse quitar de en medio al señor Zapata, no van a hacerse la foto con él?. Pues yo sí. Si en su día yo dije que era Charlie Hebdo, hoy digo que soy Zapata. ¡Valiente panda de Hipócritas quienes se escandalizan de unos chistes mientras alegremente y desde la impunidad hacen políticas que matan y asesinan de verdad a personas de carne y hueso!. Más vale que lean el Evangelio, Mateo 7,5: » ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano». Esto sí que “se pasa de castaño oscuro”, esto no es humor negro, es “mal humor oscuro y maligno”, pura “mala leche” que requiere de un delicado y laborioso tratamiento psiquiátrico para ser transformada en “buen yogur”. Más vale que se escandalizaran y pusieran el grito en el cielo por la llamada “Ley Mordaza”, ¡como para no reírnos!.

Rafael Ubal López (El Reyezuelito) Presidentede la Asociación Donantes de Risas / Miembro Asociación Escritores de Rivas

¿Por qué y para quién escribir?

Emilio González

 I.- Con estos elementos: media hora para hablar, un título y mi ignorancia y, como pienso que el saber no está en ninguna cabeza, sino en los libros, fui a plantearle las dos preguntas a unos cuantos amigos que tengo en mi librería: W. Szymborska, S. Freud, Saint John Perse, Chantal Maillard, El Perich, Johan Huizinga, etc. Alguno de estos amigos habían escrito jugosos libros acerca de la inutilidad de escribir.

Esto me hizo pensar ¿por qué y para quién construyeron pirámides los egipcios, esas grandiosas escrituras en el desierto?, ¿por qué y para quién dejaron magníficos poblados abandonados -como puntuaciones en medio de la selva- los incas y los aztecas, sin que ese abandono se deba a una peste, una guerra o un terrible fenómeno natural? ¿De qué inutilidad estamos hablando? Cuando nos miramos en estas obras, la humanidad -en su conjunto- es bella. La humanidad, individualmente, no deja de morir, de sufrir y de temblar, pero por encima de la muerte, el sufrimiento y el temblor puede, en sus sueños y realizaciones, disfrutar de la victoria del pensamiento sobre la finita miseria de nuestra condición.

II.- Encontramos en la creación poética una conexión -entre otras- entre juego y cultura. La poesía, nacida en la esfera del juego, permanece en ella como en su casa. Pero, qué es el juego sino una acción que se despliega según reglas libremente aceptadas y  (otra vez) fuera de la utilidad y las necesidades materiales. Es la actividad preferida y más intensa del niño. Jugando, inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada, lo toma en serio y lo inviste de un gran monto afectivo. Lo opuesto al juego no es la seriedad, sino la realidad. El juego es vecino del humor, que es una cosa muy seria. El niño diferencia la realidad de su mundo de juego y tiende a apuntalar sus objetos y situaciones imaginadas con cosas palpables y visibles del mundo real. Así le basta montar una escoba para convertirse en «el jinete vengador», o disparar rayos letales con un llavero para liquidar fantasmales enemigos. Pasando el tiempo, el adulto deja de jugar, pero sólo aparentemente, ya que no hay cosa más difícil para un ser humano que la renuncia a aquello con lo que ha gozado. En verdad, no renuncia sino que forma subrogados. Así, el adulto cuando cesa de jugar, sólo resigna el llavero y la escoba. O sea, en vez de jugar, fantasea, crea lo que llamamos «sueños diurnos».

III.- Lo dicho nos permite entrever que la creación poética no es algo puramente estético, no es arte de embalsamador, ni de decorador. No cría perlas de cultivo, ni comercia con simulacros o emblemas y tampoco se contenta sólo con una fiesta musical. En su camino traba alianza con la belleza -alianza suprema- pero no hace de ella su fin, ni su único alimento. No disocia el arte de la vida, ni el amor del conocimiento. Es acción, pasión, poder, potencia y renovación de su oficio: profundizar, indagar en los misterios del hombre, de la mujer, de la vida, del amor, de las guerras, de las grandezas y miserias de ser humano, de la muerte y sus infinitas máscaras. El amor es su hogar, la insumisión su ley y su territorio la anticipación. No es ausencia ni rechazo. Amenazado por la inercia y la comodidad, poeta es el que rompe la costumbre, el que visita todos los excesos sin quedarse a vivir en ninguno. La poesía, como una grande y sola estrofa viviente, engarza al presente de sus letras lo que del pasado ha sido y todo lo por venir.

Para terminar les presento las diez primeras ecuaciones de una nueva «disciplina científica»: LA TERMOPOÉTICA RIPENSE, que hoy presento ante ustedes:

1ª ecuación: Escribir es un trabajo y una forma de gozar, aunque uno escriba del sufrimiento. 2ª ecuación: Escribir, entonces, porque todo aquello que es humanamente posible se debe intentar y para que sigamos escribiendo cuando, en los confines de lo posible, nos topemos con lo imposible, lo más nítidamente humano. 3ª ecuación: Escribir no es deseo de nadie, es un mandato social. Escribir porque la escritura es más que yo, no es yo,  ese fatuo pelele cuyo encumbramiento actual lo lleva a pronunciar frases tan huecas como «quiero ser yo» y, ya al borde del delirio: «yo soy yo». 4ª ecuación: Escribir para sobrepasar la medida de mi cuerpo y, también la medida de mis pasiones, sin esperar respuestas, para rasgar las barreras del sentido, los cómodos calabozos del prejuicio, el imperio de las consignas y el terso peligro de los lemas repetidos. 5ª ecuación: Escribir porque es la forma más veloz que tengo de moverme, no para luchar por la libertad, sino para ejercerla. Porque todo lo que tenemos son palabras, que además, nos tienen y de ellas es la libertad. 6ª ecuación: Escribir para curar en nuestra carne, en el dolor de todos, esa muerte que mana en mí y es la de todos. 7ª ecuación: Escribir para arquear el espinazo de las letras, para trazar las líneas de la vida, para profesar lo inútil, para abrazar lo inútil, para hacer de esa inutilidad un manantial. 8ª ecuación: Escribir para mentir de verdad, para tomarle la medida al miedo y que no se pase, para morder de nuevo el anzuelo de la vida, para dejar de mentir. 9ª ecuación: Escribir para decir el grito, para ver la música, para tocar lo que no existe, para que te enamores no de mi (ya no soy adolescente) sino de lo escrito. 10ª ecuación: Escribir, no para derrotar al amo, tarea imposible, aunque podamos gritar con el galés: «la muerte no tendrá poder», sino para aprovechar su transcurso inexorable, para hallarle alguna gracia al sinsentido de la vida. No tanto para decir, sino para amplificar lo que las palabras puedan llegar a decirse entre sí.

Cómo inquietar con un relato.

ALEJANDRO ROMERA

«De nuevo esa máxima del relato corto: lo que no suma, resta».

 

Si buscamos en el diccionario la palabra inquietud, encontraremos diferentes acepciones y, entre todas ellas, aparecerán dos palabras clave: desasosiego e interés. Si queremos inquietar con nuestro relato, por un lado debemos generar en el lector una sensación incómoda que de algún modo le produzca nerviosismo, intranquilidad, confusión y por otra generar interés en él para que quiera descubrir el final de la historia y continúe leyendo. En realidad, las dos están íntimamente relacionadas con algunos aspectos de nuestro relato que debemos controlar.

Uno de ellos sería saber manejar con conveniencia la información que ocultamos y mostramos. Nosotros en nuestra cabeza tenemos planteada la historia que queremos contar. Debemos conocer el máximo de detalles sobre los personajes y la trama para poder dar forma a nuestro relato, pero ¿hasta dónde queremos que sepan los lectores?, ¿qué parte de la historia queremos contarles y qué parte no les vamos a contar?

Quizá tan importante como preguntarnos qué información les vamos a mostrar, es preguntarnos cuándo vamos a hacerlo. Tenemos que generar dudas para después irlas resolviendo poco a poco.

Es necesario que el lector no se sienta engañado, que tenga lógica que le ocultemos lo que le estamos ocultando.  Si el narrador oculta la información para generar tensión de un modo demasiado deliberado, el lector puede llegar a apreciarlo -quizá de un modo inconsciente- y es probable que pierda el interés. Dicho de otro modo, esa ausencia de parte de la información debe ser fluida y que se perciba de un modo natural, que se note lo menos posible.

Lo ideal sería que el lector comience a hacerse preguntas desde el primer párrafo. Debemos presentar una situación, unos hechos o unos personajes extraños, diferentes. Lo ideal es que las primeras líneas estimulen la imaginación en busca de unas respuestas que, por supuesto, han de hacerse esperar.

Quizá lo más complicado viene después. Tenemos que desarrollar nuestra historia ofreciendo explicaciones que no sean demasiado explicitas. Tampoco presentarlas demasiado pronto. Debemos jugar en la cuerda floja, presentando detalles que ayuden a comprender lo que ocurre pero sin llegar a desvelarlo, y a su vez, generando nuevos enigmas que le hagan al lector replantearse la historia, hacerse preguntas.

Dicho de otro modo es conveniente generar expectativas, que el lector espere que algo grande va a suceder o está sucediendo pero que no tenga ni idea de lo qué es. El uso de indicios nos puede ayudar a conseguirlo. Pequeños detalles que colaboren a generar esa atmósfera de incertidumbre y que parezcan no tener sentido hasta el final.

El final debe llenar por supuesto esas expectativas. Es esencial que esté acorde al desarrollo del relato y, si además nos ofrece una vuelta de tuerca, aún mejor. Pero cuidado, no deberíamos sacrificar la coherencia del desenlace solo por intentar dejar al lector con la boca abierta.

Hay que elegir bien el momento de poner el punto final a la historia. En el relato corto, hay una máxima con la que estoy de acuerdo y es aquella que dice que todo lo que no suma, resta. Es decir, todo lo que no aporte algo a nuestra historia, probablemente la entorpezca y lo mejor sea eliminarlo. Por eso, si después de narrar  el desenlace y que la tensión se relaje, continuamos escribiendo, probablemente esas líneas sobren, carezcan ya de interés por parte del lector, porque ya hemos resuelto las preguntas que le mantenían vivo.

Debemos intentar dosificar la tensión. Está bien comenzar un relato con un párrafo trepidante, pero debemos dejar que la historia se relaje en algunos momentos para dar al lector la oportunidad de que respire antes de asestarle otro golpe. Llevar un buen ritmo es esencial, en ocasiones más rápido y, en ocasiones, más lento. Pero dentro de este juego de subir y bajar la intensidad, la tensión global del relato debería ir creciendo.

La descripciones, ya sean de lugares, personas u objetos, deben contribuir a generar el ambiente de intranquilidad que queremos conseguir. Si una descripción no genera la sensación que estamos buscando, quizá sea momento de plantearse eliminarla. De nuevo esa máxima del relato corto: lo que no suma, resta.

La utilización de campos semánticos puede ayudarnos a conseguir la atmosfera que buscamos, la cual –al igual que la propia trama- deberá contribuir a que la tensión del relato vaya creciendo.

Para finalizar quería dejar dos citas que me parecen interesantes:

 “Ningún escritor dispone de un poder verbal capaz de rivalizar con la imaginación de sus lectores; así, todo su arte consiste en tocar esta tecla”. Simon Leys.

“Existe algo más importante que la lógica: la imaginación”. Alfred Hitchcock

Y es que, al final, el objetivo de cualquier relato es el mismo: conectar con la imaginación de los lectores, activar algo en su cerebro que les haga preguntarse, fantasear, divagar, que les genere ansiedad por descubrir el final, en definitiva, que les haga sumergirse de lleno en la historia.

Sobre el tópico de la Edad Media

José Guadalajara

«Ni oscuridades ni luces, sino luces y oscuridades, como en todas las épocas».

 

Desde la Edad Media las cosas se ven de otra manera. ¿Pero desde qué Edad Media? Estamos acostumbrados a hablar de este periodo histórico de un modo muy simplificado, a veces sin caer en la cuenta de que el medievo cubre un espacio cronológico de unos mil años de distancias y existencias. No es fácil concretar con exactitud su comienzo y postreras bocanadas, aunque, a grandes rasgos, siempre nos orientemos para fijar su andadura entre los siglos V y XV.

Mil años son muchos años, tantos quizá como, en ocasiones, pudiera serlo una hora de nuestro “tiempo personal”. ¿Exagero? Sin duda es una comparación que carece de correspondencia, pero nos sirve para meditar sobre la cantidad de instantes que caben en una unidad temporal. Instantes vividos y recordados.

Muchas personas, al escuchar la expresión “Edad Media”, se imaginan de inmediato castillos sobre un promontorio, monasterios aislados, catedrales imponentes, juglares itinerantes, hogueras de la Inquisición, cruzados en tierras de Jerusalén, misteriosos monjes templarios, hambres, pestes, supersticiones…  Todo esto es verdad, pero no se trata de un mapa plano y sin relieves. La Edad Media es un territorio extensísimo lleno de contrastes y diversidades, tantas como las que pudieran darse entre dos reyes de Castilla como Alfonso VI y Juan II, por poner ahora ejemplos de este mismo orden social. Los siglos de uno y otro se circunscriben en la Edad Media, si bien son tantas las diferencias entre el siglo XI y el XV que no es posible establecer una uniformidad. La vida de los hombres y mujeres, como todos sabemos, debe valorarse en consonancia con las circunstancias históricas y sociales en las que les ha tocado ser y estar. Y las de estos dos siglos fueron bien distintas.

Es verdad que hubo castillos y monasterios y catedrales y templarios y cruzados peleando en Jerusalén,  pero me imagino ahora lo  extraño y ajeno que le habría parecido a Juan II el rey Alfonso VI si se lo hubiera encontrado de cara y tenido la oportunidad de hablar con él. Quizá tan extraño como a nosotros mismos nos pudiera resultar un hombre o una mujer de finales del siglo XIX. ¡Y eso que no nos separan tantos siglos de diferencia!

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Con esto quiero reflexionar sobre la etiqueta o rótulo de “Edad Media” y hacer hincapié en la necesidad de no nivelar bajo un mismo concepto esos mil años de historia. Es cierto que antes todo se movía con mayor lentitud, con menos prisas, como es cierto que también antes, como ahora, cabían mentalidades y diversos modos de vidas en un mismo tiempo histórico. Esa lentitud antigua propiciaba una inmovilidad de formas y un avance científico y social menores, por lo que resulta poco productivo, por ejemplo, comparar épocas de tanta celeridad como la nuestra con aquellos siglos que avanzaban en su decurso como una carreta tirada por un par de bueyes viejos. Esta lenta evolución no impide, tal como pretendo reflejar aquí al compararla con la actualidad, que existan cortes muy profundos entre los cientos de años que comprende la Edad Media, lo que se resume en una variedad de experiencias de vida y organización social que no podemos reducir ahora a un simple rótulo.

Desde esta sección de ER, quiero desarraigar ese tópico construido alrededor de la Edad Media y liberarla de esa imagen unidimensional que para muchos posee. Ni oscuridades ni luces, sino luces y oscuridades, como en todas las épocas. Tiempos brillantes y momentos de tinieblas. Ignorancias y brutalidades frente a erudición y sensibilidad. Castillos y monasterios, pero también universidades.

Y nombres, muchos nombres: Isidoro de Sevilla, Carlomagno, Jacobo de la Vorágine, Beda el Venerable, Alberto Durero, Alfonso X el Sabio, Juan Ruiz, Pedro Abelardo, Marco Polo, Beato de Liébana, Maimónides, Cristóbal Colón, Yehudah HaLevi, Dante Alighieri, Tomás de Aquino, Savonarola, Nebrija, Chrétien de Troyes, Lorenzo el Magnífico, Ibn Hazm…