Hay madrugadas en las que, desvelado de improviso,
me encuentro buscando en mi rostro
algún rasgo deseado
de otros rostros que conozco.
Sin embargo,
aparecen varios ajenos
que jamás desearía descubrir.
Intento desterrarlos; pero persisten,
se alían,
a oleadas lentas se fusionan
y combinan, construyendo a esa persona
que me observa sombría desde el espejo del baño
al despertar cada mañana,
o en noches como esta
entre anhelos y penumbras,
en zozobra.
LA LETRA PERDIDA. Ediciones Vitruvio.