EL DESPERTAR DEL BÚHO, sección en la revista COVIBAR en la que los miembros de Escritores en Rivas colaboran cada mes con sus escritos de literatura, arte, historia, ciencia y sociedad. https://www.covibar.es/ Mes mayo nº 307 Página: 29
LA CASA DE LOS SIETE BALCONES
Jesús Jiménez Reinaldo
Escribo estas líneas a finales de marzo, cuando falta un día para el Día del Teatro y pasan dos del fallecimiento de María Fernanda D´Ocón, una de las intérpretes más relevantes de nuestra escena desde su debut en «Lo invisible» de Azorín en 1954. Fue primera actriz durante una década en el Teatro Nacional María Guerrero, donde creó el más inolvidable de sus personajes: la Benina de «Misericordia» de Benito Pérez Galdós, que dirigió en 1972 el añorado José Luis Alonso. Perteneciente a esa clase de actores que anteponían el teatro al cine y la televisión, su carrera tal vez no haya sido de las más populares y quizá también por eso su muerte haya pasado bastante desapercibida para una masa social que desgraciadamente está más pendiente de la guerra en Ucrania, los precios de los combustibles y la carestía de la vida a causa de una inflación galopante.
Si de pequeño la pude ver muchas veces, como tantos otros de mi generación, en aquel programa de Televisión Española, «Estudio 1», que tanto difundió la cultura entre el pueblo, después tuve la fortuna de disfrutarla sobre las tablas en obras en las que sorprendía que aquella mujer, tan pequeña y frágil, cuya cara dramática transmitía por sí misma ternura y determinación infinitas, se pudiera convertir en una intérprete de tanto carisma y tantos recursos.
En el año 2004, conmemorando el centenario del nacimiento de Alejandro Casona, el Centro Cultural de la Villa de Madrid programó una función muy poco representada titulada «La casa de los siete balcones», cuya dirección recayó en Ángel F. Montesinos y cuya protagonista, Genoveva, bordó una vez más nuestra actriz. En ese mundo rural de finales del XIX, del que ya tan poco va quedando mientras se vierte su población en urbes cada vez más insostenibles, se libra una batalla cruel entre la realidad y la fantasía: dinero, ambición, maldad…, se oponen a la ilusión, al amor y a la esperanza que laten en el corazón de Genoveva, la cual no está dispuesta a renunciar al sueño de que su enamorado regrese de América, tal y como le prometió al marcharse hace ya muchos años.
Casona, con esta Genoveva, se suma a la larga tradición de dramaturgos que han tratado el tema de la mujer fiel que se queda a la espera del regreso de su prometido cuando éste marcha, generalmente a América, para hacer fortuna, aunque las más de las veces ya nunca vuelva. Las protagonistas de estos dramas, a veces tratados con cierta distancia e incluso con algo de ironía, reflejan perfectamente el papel que la sociedad otorgaba a aquellas mujeres: destinadas a casarse, sin iniciativa social, sólo podían liberarse del fracaso mediante el matrimonio. Pero, mientras mantuvieran esa esperanza, su vida no habría sido en vano.
Ese dolor y esa esperanza laten también en doña Rosita («Doña Rosita la soltera» de Federico García Lorca), en la señorita Adelaida («La vieja señorita del paraíso» de Antonio Gala), en Dorotea («La bella Dorotea» de Miguel Mihura) y en muchas que no puedo detallar aquí, pero que son muestras de una época ya definitivamente ida y que en el teatro nos llevarían indefectiblemente a recordar a otras grandes actrices como Margarita Xirgu, Mary Carrillo o Maite Blasco.
En la primavera de 2018 visité Besullo, el hermoso pueblo astur en el que nació Casona, y me sorprendió su casa natal, hoy en ruinas, conocida allí como “la casa de los siete balcones”, lo que me pareció y me parece el símbolo de una España que vamos dejando atrás pero a la que le seguimos debiendo respeto y memoria.
JESÚS JIMÉNEZ REINALDO, licenciado en Filología Hispánica, poeta y articulista es autor de los libros de poesía La mística del fracaso y Los útiles del alquimista, entre otros.