Los límites de un Estado de Derecho

EN LÍNEA RECTA, artículos de opinión de la Asociación Escritores en Rivas en la revista RIVAS ACTUAL. https://www.rivasactual.com/los-limites-de-un-estado-de-derecho/

LOS LÍMITES DE UN ESTADO DE DERECHO

Elizabeth Cardona

 

John Godfrey Saxe, político y poeta fracasado de mediados del siglo XIX, nos dejó una frase subyugante: «Las leyes, como las salchichas, dejan de inspirar respeto a medida que sabes cómo están hechas». Las hay que sirven para legitimar una declaración de guerra y dotar de derechos a los vencedores sobre los vencidos. Los ciudadanos no ganan ni pierden una batalla patriótica: la pagan con su sangre, su vida, y el horror ante las atrocidades. Y la guerra no es más que una simple cuestión de avaricia y de ansia de poder de unos pocos a los que nunca se les ve en los campos de batalla. Es fácil comprobar que las grandes fortunas se han amasado gracias a la producción armamentística, y al generar una cantidad de dinero vergonzosa a sus empresarios, siempre habrá guerras.

Hannah Arendt publicó Eichmann en Jerusalén: un estudio acerca de la banalidad del mal, a propósito del juicio en 1961 contra el teniente coronel de las S.S., Adolf Eichmann, por su participación en los crímenes de los campos de exterminio nazis. En el juicio reconoció los hechos y los justificó diciendo que obedecía órdenes de sus superiores, aunque no los tuviera. Se sometió al juicio, sabiendo que iba a ser condenado a muerte, con un argumento banal: quería aliviar la carga de la conciencia de la juventud alemana ante el genocidio vivido, para que no se sintieran culpables de lo que habían hecho sus padres.  Antes de su entrada en el ejército alemán, fue un ciudadano modelo, pero, después de los crímenes cometidos, huyó y volvió a comportarse como un ciudadano normal. Simplemente sacó a su monstruo cuando las circunstancias fueron propicias. La pregunta es ¿cuántos monstruos hay en un ejército?

Los Estados están sometidos a las reglas de la guerra, con los Tratados Internacionales. Esas reglas son numerosas y han ido cambiando a lo largo del tiempo, pero tienden a prevenir los actos más salvajes cometidos por los miembros de un ejército. Como si la guerra, en sí misma, no fuera un acto de verdadera brutalidad.

La guerra ruso-ucraniana viene de lejos. En 2013 los ciudadanos ucranianos se manifestaron de forma pacífica contra la corrupción política. Fue reprimida por soldados y policías ucranianos de forma brutal, pero consiguieron su propósito y el presidente prorruso fue depuesto en el Parlamento. El documental Maïdan de Sergei Losnitza, realizado en 2014, nos deja imágenes estremecedoras de este levantamiento popular. Fue el inicio de una guerra. Ucrania atravesaba una grave crisis económica que se agravó cuando la región del Donestk, con grandes reservas de carbón, litio, manganeso y extensas áreas de cultivos, proclamó de forma unilateral su independencia como zona prorrusa. Ucrania mandó sus tropas a la región, donde el ejército ucraniano cometió verdaderas atrocidades. También tenemos las imágenes del conflicto en el documental Donbass de Anne Laure Bonnel de 2016, calcadas a las de la invasión rusa, del terror sufrido por los civiles.

La ONU, creada para la prevención de la guerra, poco puede hacer para el mantenimiento de la paz en el mundo, porque está supeditada al poder de los Estados de atacar o defenderse a través de las armas. Y todos los Estados, incluida cualquier tiranía o dictadura, se rigen por leyes que sus ciudadanos tienen que acatar, son Estados de Derecho, sin más límites que los que impongan sus gobernantes. Y no nos engañemos, la mayoría de ellos no tienen límite alguno en su avaricia y sus ansias de poder, que legitiman a través de normas jurídicas, aunque constituyan un suplicio para la inmensa mayoría.

Elizabeth Cardona es doctora en Derecho. Ha sido magistrada en la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional y Fiscal. Autora de El Jurado. Su tratamiento en el Derecho Procesal español, y la novela La conspiración de la inocencia

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