Correr, saltar, tomar la iniciativa,
nadar bajo la espuma arracimada
contraria la corriente, azul la espada
del pez que susurraba la inventiva.
Gritar, bramar, sentir la frente viva
y el cuello como náyade abultada
de grumo y borbotones, de cerrada
pasión a fuente plena, miel cautiva.
Hacerse la ilusión del poderoso,
que juzga ilimitada la victoria
tan solo en la conquista del aliento.
Vivir así, cual duende revoltoso
brincando por encima de la escoria:
después ajustará cuentas el viento.
Mientras viva el doliente, de Antonio Daganzo
Ediciones Vitruvio. Madrid, 2010