«Su intención era volver a leer el cuento que le había dejado asombrado la tarde anterior, pero lo que encontró le dejó todavía más asombrado. La historia comenzaba de otro modo. Las palabras no eran las mismas».
«…cerró el libro, sin leer el nuevo relato, y volvió a abrirlo sin esperar siquiera unos segundos. Todo se había reordenado en su interior y un cuarto texto, completamente diferente, aparecía frente a sus ojos. Lo tiró al suelo y huyó hasta la calle, aterrorizado, sin comprender qué estaba pasando. No podía existir libro alguno capaz de mutar la tinta de sus páginas en un instante, no era posible».
Kichay, de Alejandro Romera. Chiado Editorial